viernes, 30 de mayo de 2008

PSICOECONOMÍA

Erróneamente, la Economía se define en términos académicos, desde hace mas de cien años, como una ciencia cuyo objeto esencial es la asignación óptima de unos recursos siempre escasos, entre usos alternativos. Pone su foco en precios, salarios, mercados, flujos materiales de recursos, materias primas, producción, stoks, transacciones, ventajas comparativas, flujos y sistemas financieros, pero no se ocupa de algo tan importante como la motivación, las actitudes y las conductas de los sujetos activos y pasivos de esas economías, las personas, dejando en manos de la psicología todo cuanto concierne a los aspectos de la conducta humana.


Sin embargo, cuando las sociedades modernas están en peligro real de entrar en un período de depresión económica, tal como esta a punto de suceder ahora mismo, son las motivaciones psicológicas, las actitudes y las conductas de las personas, lo que piensen y hagan cada una de ellas, como sean sus reacciones individuales y colectivas ante la información que reciben de la situación económica, las que pueden marcar la profundidad de la crisis, su duración, el mayor o menor tiempo de espera necesario para que la situación se reconduzca hasta niveles de relativa normalidad.


Por mucho que las autoridades monetarias marquen consignas conservadoras, que suelen acentuar la situación de crisis, o políticos optimistas, como Mc Kinley tras la depresión de 1,929, dijeran que la prosperidad está a la vuelta de la esquina, nada podrá influir tanto en las bases materiales de la economía como un comportamiento racional de los agentes económicos, como que los empresarios no detengan la inversión de sus proyectos, que los trabajadores no renuncien a la búsqueda de trabajo, y que los consumidores no prescindan de los bienes duraderos que sean necesarios para su bienestar.


Lo peor que le puede suceder a un país pujante, con una dimensión poblacional como la nuestra, unas infraestructuras modernas y una potente economía de servicios, es caer en una depresión psicológica que ahogue las motivaciones para la inversión, la producción y el consumo, provocada por el conservadurismo y la racanería de un sector bancario que, siendo el principal responsable de los excesos cometidos, podría convertirse ahora, con una política demasiado rácana y conservadora en un promotor de la crisis económica.


Todo este embrollo en el que estamos metidos, precios de la energía disparados, inflación galopante, caídas aceleradas de la demanda de viviendas, lo que menos necesita son actitudes de falta de confianza, de miedo a la incertidumbre, y consejos demasiado rácanos de las autoridades monetarias, que lo único que pueden hacer es agravar la situación.


El problema de la ciencia económica es que para salir de una crisis económica, de una depresión, son de poca utilidad las recetas académicas basadas en flujos materiales o monetarios. Lo que se necesita es un profundo conocimiento de las actitudes y conductas humanas en situaciones de crisis de cualquier naturaleza, y saber explicar estas situaciones de manera que, reconociendo la realidad tal como es, se comunique de tal modo a los agentes económicos, que no pierdan la motivación, el coraje y las actitudes positivas, que son elementos necesarios, por encima de cualquier otra consideración técnica, para superar una situación adversa.


Lamentablemente, la economía como ciencia está bastante limitada para conseguir esos objetivos. Por eso, hasta que no se introduzcan de modo amplio los elementos psicológicos y conductuales en su cuerpo teórico, tendremos que resignarnos a escuchar los tópicos, lugares comunes y frases hechas en la jerga macroeconómica de siempre, que contribuirán muy poco, por no decir nada, a crear un movimiento activo de los agentes económicos en la buena dirección.


En fin. Un poco de psicoeconomía, por favor.


Lohengrin. 30-05-08.

jueves, 29 de mayo de 2008

AVISOS Y ESPANTADAS

Ya podéis ver la crónica del viaje a Londres completa, con la prometida incorporación de la foto de la escultura oriental, en la página Londres 13,17.


El autor de la foto es Quique Arnal, compañero de viaje y gran profesional de la imagen. La ha puesto en el Blog Jordi Arnal, mago cibernético que ahora está preparando la mejor aplicación para probarse gafas sin necesidad de personarse en la óptica, y encargarlas por Internet.


Lo digo por si los de Visión Lab, General Óptica, Multiópticas y demás familia, están interesados en intervenir en el proceso de puesta a punto del mejor producto de marketing cibernético al servicio de su sector y de los usuarios. Si fuera el caso, dejen un comentario explícito en la página Londres 13,17 y serán atendidos.


De nada.


Lohengrin. 29-05-08.



miércoles, 28 de mayo de 2008

BIENESTAR SOCIAL

Bienestar. Vida abastecida de las cosas necesarias para vivir bien y con tranquilidad. Sociedad. Agrupación natural o pactada de personas que constituyen una unidad, asociación o confederación, con el fin de alcanzar, mediante la mutua cooperación, todos o algunos de los fines de la vida.

Estado de bienestar. Noción que surgió en las socialdemocracias escandinavas, después de la última guerra mundial, y que llevaron a la práctica mediante el sencillo y eficaz procedimiento de dotarse de presupuestos públicos suficientes durante varias décadas, hasta conseguir sus objetivos.


€n otros países, como el nuestro, los gobiernos democráticos comenzaron a incorporar ese lenguaje, el concepto de Estado del bienestar, hace tres décadas, pero entre nosotros siempre ha funcionado como un deseo, apuntalado en actuaciones parciales y precarias, sin llegar a ser nunca una realidad extendida.


En las últimas legislaturas, cuando han aparecido aquí medidas novedosas dotadas con los oportunos presupuestos, la mayoría de los países europeos están retrocediendo en su política de contenidos sociales, y la aplicación de esos tímidos intentos de implantar aquí esas políticas solidarias, tropiezan con los obstáculos que oponen algunos gobiernos de la derecha obligados a llevarlas a la práctica, mientras los destinatarios de esas medidas observan con decepción las rácanas actitudes de sus representantes políticos.


En Heliópolis, una solución a este problema, que afecta a tantos grupos sociales necesitados de atención presupuestaria, sería dar competencias al defensor del pueblo para disolver nuestra Consellería de Bienestar Social, despedir a Cotino y a sus directores y directoras generales, de paso a Felip y su dirección de la ciudadanía, porque la ciudadanía no precisa ser dirigida, en cambio demanda urgentemente ser atendida.


El defensor podría ocuparse, simplemente, de que el Consell cumpla en Heliópolis la Constitución y las leyes orientadas al bienestar social, lo que no sería difícil con los recursos obtenidos de los salarios de todos esos tipos que, en lugar de ocuparse de lo que deben, un día le quitan la subvención a una asociación de mujeres porque afilia hombres, otro día archivan el papeleo, sine die, de los solicitantes de ayuda a la dependencia, y cosas así.


Una vez libres de tipos como Cotino, tan banales como Felip, y tan innecesarios como los que pastan en los órganos funcionariales dependientes de esos jerifaltes, tal vez comenzaremos a sentirnos bien, a estar bien, en ausencia de los supuestos responsables digitalizados por el Consell para esa finalidad.


Aunque estar bien, sentirse bien, depende, además de las políticas sociales, de como nos situamos, individualmente y como grupo, en el contexto social y económico que nos rodea, la sociedad productivista, consumista y desigual. Las desigualdades que se intentan parchear con el pomposo y falaz nombre de Estado del Bienestar, tienen su origen en el modo en que se sitúa la sociedad, o un número mayoritario de sus individuos, en un contexto dado.


Si los valores que predominan en las relaciones sociales son la competitividad y el logro, entendidos como algo que hay que ejercer contra los otros, empujando para ocupar un sitio propio, en detrimento de los demás, en lugar de entender que uno puede competir consigo mismo, para mejorar sus capacidades, utilizando su creatividad, su curiosidad y conseguir así el logro de reconstruirse como un individuo mejor, personal y socialmente, es un puro ejercicio de maquillaje ofrecer una imagen de estado compasivo preocupado por las minorías que se quedan colgadas en el camino productivista y consumista, y nuestra consellería de Bienestar Social, en Heliópolis, sería una pura fachada de esa imagen maquillada, y por tanto, prescindible.


El único modo de resolver, o minimizar, las desigualdades sociales propias del productivismo consumista es que, tanto los individuos, como las sociedades constituidas por su agregación y relaciones intergrupales, se resitúen y cohesionen alrededor de una interpretación nueva del darwinismo, porque se ha puesto el énfasis en la selección natural y la supervivencia del mas fuerte, trasladando esta verdad incompleta a los valores sociales, y olvidando que son incontables las especies que sobreviven gracias a la cooperación, no al quítate tu para ponerme yo.


He de reconocer, sin embargo, que una cosa es enunciar una solución, y otra ponerla en práctica, porque mucho antes de que Darwin formulara sus teorías tan mal interpretadas, en el siglo XVII, en Heliópolis, cuando el poder real mandaba realizar un censo, ya decía por escrito que a los pobres de las parroquias no los contaran, --porque no tenían capacidad de pago-- lo que se puede comprobar fácilmente con una visita al Archivo del Reino.


Estamos en el siglo XXI, y los miserables, los disminuidos, los dependientes, los excluidos, como generalmente no votan, están, aproximadamente, en la misma situación de desigualdad, abandono y exclusión que se desprende del documento de 1.646 que he consultado. Quienes cuentan a los pobres de este supuesto Eldorado que es España, Cáritas y otras instituciones, coinciden en que, desde los tiempos de Marcelino Camacho, --ocho millones de pobres, repetía-- el censo de pobres ha crecido en medio millón mas.


Si este problema tiene solución, ¿para que queremos a la Consellería de Bienestar Social, que no la pone?. Y si no tiene solución, ¿para que la queremos?. Que chapen, a ver lo que pasa.


Lohengrin. 28-05-08.






martes, 27 de mayo de 2008

ESTAR EN LAS NUBES

“Hay nubes en el cielo de Heliópolis y yo floto sobre una de ellas. Este raro Abril superpuesto en el calendario al mes de Mayo ha resuelto con la abundancia de lluvia la incapacidad de los políticos para negociar de modo civilizado los problemas locales derivados de la escasez de agua, ese bien cumún que venía siendo objeto de peleas, argumento arrojadizo al servicio de los intereses espúreos de determinadas formaciones políticas y pretexto de los sentimientos insolidarios que afloran en los conflictos, cuando, en lugar de primar el interés colectivo, asoman las mezquindades locales.


Floto en una nube, pero esa levedad de la flotación corporal, perdido el peso de la rutina cotidiana en favor de la experiencia compartida, placentera, única y contingente, es una pura reacción química de la fisiología, que bombea, a través de la circulación de la sangre, millones de micromensajes con órdenes de relajación para cada músculo, cada nervio, cada tendón, después de los esfuerzos requeridos para satiafacer a la pareja, aunque la tendencia a la fabulación que algunos tenemos, niegue ese mecanismo biológico y formule metáforas mas fantasiosas, como el efecto de levitación producido por el sonido del órgano del coro de San Nicolás, y la grandiosidad barroca de su altar mayor iluminado. Sea como fuere, floto.


Nunca entendí que la levedad fuera insoportable, como afirmaba Milan Kundera al referirse al ser filosófico del individuo. Supongo que se refería al vacío intelectual y espiritual que impone nuestro tiempo, a cambio de satisfacer necesidades materiales históricamente relegadas y entiendo que esa ausencia de consistencia del ser la percibiera como una pesadumbre. Pero para aquellos que no somos filósofos y andamos por la vida con una visión placentera y algo pánica de la existencia, flotar en la levedad placentera es una especie de liturgia, una levitación teresiana que tiene que ver solo con la pasión profana, pero produce efectos parecidos al éxtasis místico.


Tras la ventana de mi gabinete, un cielo gris cubierto por una capa de formaciones nubosas diversas, acumuladas en sucesivos estratos, con distinta densidad y forma, filtra una luz suave que me permite contemplar los grandes árboles del patio del viejo cuartel abandonado, cuyas hojas ofrecen hoy un verde mas intenso, habitadas por las gotas de lluvia que han hecho desaparecer los síntomas de sequía, ese síndrome de sed vegetal que desluce y agosta la vida de las plantas.


Puedo elegir, ahora mismo, en cual de esas nubes quiero flotar. Ninguna elección le es negada para habitar espacios virtuales a nuestra imaginación libre y activa, y cualquiera puede elegir hoy, donde quiera que esté, si su disposición de ánimo se lo permite, en que nube quiere flotar.


Yo he elegido una. Una nube amplia, cómoda, de aspecto algodonoso, ahora inmóvil porque el viento ha cesado. Tiene una forma duplicada, unida por el centro. En los extremos, hay dos grandes huecos, que permiten acomodarse en posición sedente. Su forma inferior permite descansar, cómodamente, los pies. Tiene algo de trono biplaza, quizás demasiado mayestático. Decido probar. Si, se está cómodo. A mi lado hay un sitio vacío. Está reservado para la persona con la que he compartido hoy una experiencia placentera, contingente, única. No se si querrá subir aquí, da un poco de vértigo flotar aquí arriba, pero se está bien.


Llueve, por debajo de la nube en la que me acomodo. Una fina cortina de agua cae en diagonal sobre los álamos viejos, las palmeras y los fresnos, sobre el árbol con flores amarillas, y las grandes acacias, y las tórtolas y pájaros exóticos que aquí se esconden, escapados de otros jardines, se acomodan en sus nidos. Queda una mañana silenciosa y húmeda, sin viento. La calidad de la luz es extraordinariamente sutil. Miro hacía abajo. A mis pies, en un enorme magnolio, está el Barón rampante, de Ítalo Calvino, guarecido de la lluvia.


Hola, barón”.


Lohengrin. 27-05-08.


domingo, 25 de mayo de 2008

EL CUERPO DE CRISTO

Una lluvia inoportuna ha venido a malograr hoy, en Heliópolis, la celebración del Corpus Christi, un espectáculo popular de contenido religioso, pero tambien teatral, comparable por su antigua tradición al Misteri d´ Elx. Una escenografía operística barroca, habitada por carrozas, les roques, construídas en el siglo XVI, alguna de las cuales, la de los siete pecados capitales, resulta especialmente interesante, y una nómina de personajes representativos mas rica y variada que la de Turandot.


La cubierta de nubes, por encima del entoldado de la plaza de la virgen, dejaba caer una fina cortina de agua intermitente sobre los plásticos que cubrían a los gagants apoyados junto a la puerta de la catedral, pero la moma, el capellá, les dances, els misteris, la degollá, els caballets y els pastorets, estaban ausentes, y el único signo festivo, aparte de les roques y los adornos florales, era el volteo de campanas que se escuchaba entre el mar de paraguas que llenaba la plaza.


Esa lluvia, por lo demás tan agradable, ha malogrado sobre todo los esfuerzos de miles de personas dedicadas a mantener viva esta expresión festiva tradicional de la religiosidad popular, desde los artistas dedicados a restaurar los soportes materiales de carros, figuras, símbolos y advocaciones, algunos tan antiguos que ya han cumplido mas de medio milenio, a las asociaciones directamente implicadas en el mantenimiento y progresión de este acto festivo, a los equipos encargados del protocolo y la logística, a los muchos comerciantes y hosteleros que se habían preparado para una jornada muy distinta, que la lluvia ha abortado, a todos quienes, de un modo u otro, están directamente implicados en esta celebración.


Gruesas gotas calientes, escurridas desde el entoldado de la plaza, han caido sobre mi piel, haciéndome evocar la dulzura madura de la piel de mi novia, de mi misma edad tardía. El próximo martes celebraremos nuestro particular corpus, entregándonos nuestros cuerpos en una ceremonia litúrgica de celebración de la vida, mientras la lluvia golpea los cristales de la ventana, y en esa eucarístia privada, beberemos nuestros jugos sin importarnos incurrir en algunos de los siete pecados capitales representados en les roques, porque nada en nuestra relación placentera y contingente está contaminado por el sentido de la culpa, sino que es una expresión de nuestro amor a la vida.


Nos amaremos física y profundamente en la dorada penumbra de un lugar íntimo y secreto, cerca del sonido cantarin de la lluvia que golpea la ventana, y nuestra inocente desnudez, marcada por las huellas de la vida en la piel algo ajada, se enlazará en una representación simbólica del amor universal, y tal vez esa figura, u otra semejante, con el correr de los siglos, sea incorporada a la procesión del Corpus de un modo totalmente original, aunque conozco pocos artistas que se atrevan a materializar para la contemplación pública, las figuras de una pareja de personas mayores amándose intensamente, porque el amor siempre se asocia a la belleza, no a la decadencia, aunque es un hecho cierto que nada impide transitar por el misterio de la pasión a quienes comienzan a conocer los caminos declinantes de la vida.


Ofreceré mi cuerpo a esa mujer con el entusiasmo juvenil que despiertan las pasiones contingentes y en ese ofrecimiento ella volverá a reconocer la emoción física que creía olvidada, se reconocerá capaz de sentir sensaciones que injustamente se le habían proscrito y, cuando ambos lleguemos al clímax de esa experiencia recuperada, esa liturgia solemne y compartida alcanzará los mismos niveles físicos y espirituales que algunos paseantes despistados habrán sentido hoy, al escapar de la fiesta del Corpus suspendida y conocer, casualmente, por primera vez, la sensación que produce, iluminado, el altar mayor de la iglesia de San Nicolás, mientras suena el órgano en el coro.


Lohengrin. 25-05-08.

viernes, 23 de mayo de 2008

PADRES A TIEMPO PARCIAL

Quienes observan de cerca, con criterio profesional, pedagogos, profesores, educadores especiales, psicólogos clínicos, médicos o cuidadores de guardería, la conducta de los niños de hasta seis años de edad, parecen coincidir en que, uno de cada cuatro niños, presenta trastornos de conducta que tienen su origen, entre otras causas, en un cierto síndrome de abandono paterno.


Antiguamente, a los niños no queridos se les abandonaba en los tornos de los hospitales o los conventos. Ahora, tras los cambios sociales, la incorporación de la mujer al trabajo retribuido, la no asunción por parte de muchos varones de su responsabilidad compartida en la educación de los hijos y las tareas domésticas, y el retraso y la escasez de las medidas públicas que tienden a compensar el déficit de la necesaria atención y presencia de los padres para atender las necesidades emocionales en etapas cruciales de la vida de los niños, éstos, prácticamente todos deseados, reparten su tiempo en su casa, en la de sus abuelos, o en escuelas infantiles.


No son, afortunadamente, salvo en casos muy raros, objeto de abandono físico, pero las observaciones de los profesionales indican que la nueva figura de los padres a tiempo parcial, sobre todo en las primeras etapas de crecimiento y maduración, genera una cierta sensación de abandono en el niño que, aún siendo parcial temporalmente, tiene un efecto totalizador en el frágil sistema emocional infantil.


Constatar este hecho, no significa que uno defienda la vuelta al modelo educativo de la mujer en casa con la pata quebrada, sino que es necesario un esfuerzo adicional de las instituciones y servicios públicos, para la adecuación de las relaciones laborales a las necesidades educativas de los niños, y una mayor adaptación del varón a una responsabilidad compartida que no termina de asumir.


Esta disfunción no tiene efectos visibles graves todavía, salvo las pataletas y agresiones físicas menores que observamos en algunos niños contra sus padres, atribuídas generalmente a los excesivos mimos de los abuelos, o a su condición de hijos únicos en otros casos, pero que en realidad suelen ser una respuesta a las carencias emocionales del niño, una protesta por la falta de atención o el abandono parcial que su sensible sistema emocional percibe con una intensidad dramática, y que sin duda tendrá efectos en la formación de su carácter adulto.


El hecho de que tres de cada cuatro niños no se vean afectados, estando en la misma situación, por esas carencias, no invalida la importancia del asunto, pues nadie querria vivir en el futuro en una sociedad donde un veinticinco por ciento de los conciudadanos con los que se tropieza en la calle, lleven una factura en el bolsillo pendiente de cobro y se la quieran cobrar con un exceso de agresividad contra el mundo.


Es necesario acabar con la cicatería de los presupuestos dedicados a promover la mayor atención y presencia de los padres en la primera educación de sus hijos, darles el carácter de inversión necesaria, si no queremos que las sociedades futuras deban dedicar diez, o cien veces mas recursos, a la represión de conductas antisociales que podrían derivarse de nuestra incapacidad para afrontar, ahora, las necesidades emocionales básicas de los futuros adultos.


Que las experiencias primeras marcan nuestras vidas es un hecho que se puede constatar sin ser un especialista. Basta observar caminar a la gente cuando vas por la calle. Algunos, que por su edad aparente nacieron en épocas de escasez, en la mas dura posguerra, lo hacen con los puños cerrados, probablemente, porque la calidad nutricional de la leche de sus madres, estuvo demasiado afectada por una dieta casi exclusiva de acelgas hervidas y pan negro, y ese gesto de sus manos solo es el reflejo permanente de aquellas carencias. Otros, por el contrario, de la misma edad, lo hacen con las palmas abiertas, signo probable de que, cuando nacieron, lo hicieron en el seno de familias ricas de varias generaciones.


Del mismo modo que una insuficiente, o deficiente, ingesta de alimentos en la etapa infantil marca de un modo indeleble nuestros gestos de adultos, hemos de ser conscientes de que la insuficiente, o deficiente, atención o presencia de los padres en la etapa de la educación infantil de los hijos, que se caracteriza por la enorme fragilidad y vulnerabilidad de sus emociones mientras se construye lo que llamamos su carácter,-- las conductas que van a prevalecer en la etapa adulta-- dejaran, ineluctablemente, una profunda huella en ellos.


No es mi intención culpabilizar a los padres de esta situación, pues bastante tienen con pagar la hipoteca, la guardería, y salvar los delicados hilos de su convivencia de las presiones de todo tipo a que se ven sometidos en una sociedad demasiado productivista y consumista para una sana reproducción de sus individuos.


Este mensaje, esta opinión, va dirigido sobre todo a los poderes públicos que, con la tendencia de quienes los representan a la prioridad del corto plazo, y la cicatería de las escasas y tardías medidas que toman para afrontar este nuevo problema derivado de los cambios sociales, deberían, en nuestro país, mirar mas a los países escandinavos, que son pioneros en las soluciones mas generosas e imaginativas aplicadas con presupuestos suficientes, y menos a otras cuestiones, que no dudo de que sean urgentes, pero son, seguro, menos importantes.


Lohengrin. 23-05-08.

jueves, 22 de mayo de 2008

LA CARA DURA DE RICARDO COSTA

Hace falta una cara dura de cojones y un desprecio absoluto por las reglas democráticas para referirse al presidente del gobierno de España, como el de solo algunos españoles, como hace Ricardo en su artículo de opinión que hoy publica Levante en la página 4, sin citar los once millones de votos que recibió y que parecen ser la causa de la descomposición interna del partido de Ricardo, acuciado por las presiones de los oscuros intereses económicos que habitan detrás de cada posible candidato.


No pongo en duda la legitimidad de las reivindicaciones de financiación para la comunidad de Heliópolis frente al gobierno central, pero dice un viejo adagio que para reivindicar algo con éxito, por legítimo que sea, se han de dar tres condiciones, tener razón, saberla pedir y que te la den, y me parece evidente que los políticos Populares, siempre tan vociferantes y victimistas, no saben pedir lo que es legítimo.


Hace falta una cara dura de la hostia para olvidar, como hace Ricardo en su artículo a tres columnas, el asunto del endeudamiento. Gerardo, el contable, lleva años asistiendo a los foros de la financiación autonómica paseando el estigma de la comunidad mas endeudada de todo el Estado, dudoso honor que ha permitido a los peperos ganar una elección tras otra a base de su política de circo, tan göebbeliana, y su habilidad se ha dirigido, sobre todo, no a reducir ese endeudamiento a un tamaño decente, sino a la creación de empresas mixtas, mas o menos opacas, para centrifugar la deuda.


Saber pedir lo que es legítimo, incluye hacer primero los deberes, que no se han hecho, y si tan seguros están de esa legitimidad, podrían requerir la visita de los auditores generales del Estado, para que podamos conocer, de una puñetera vez, las cuentas de todas las sociedades participadas que han creado, y sepamos, por fin, que coño están haciendo con cada euro que reciben, porqué no hay dinero para gastos sociales, porqué estamos pagando peajes en la sombra, y como ha llegado un ente tan representativo y digno de respeto como la Generalitat, después de mas de un decenio en manos de su partido, descontado el efecto del aumento de población, que no es la única causa del desastre financiero actual, a un estado de quiebra técnica y a una carga de intereses de la deuda como la que heredarán sus futuros administradores alguna vez.


Hace falta una cara dura resistente a cualquier abrasivo, para quejarse de marginación o exclusión, cuando el partido de Ricardo ha creado un monstruo comunicacional que utiliza como un principio básico la exclusión de la existencia pública de la oposición que, por muy mentecata que sea, tiene a muchos –no solo algunos-- ciudadanos detras. Claro, en democracia, cuando estás en minoría, te jodes, parecen pensar los peperos. Pues, ya sabes Ricardo, como, al nivel del Estado, estás en minoría, te jodes.


Lo lamentable de todo esto es que los ciudadanos, los demandantes de servicios públicos de calidad en sanidad, educación y otras políticas sociales, siempre terminan por poner el culo, voluntariamente quienes votan a los peperos, a la fuerza los demás, para que los políticos se solacen con ellos, porque su máxima es siempre la misma, lo primero es mantener el poder, a los ciudadanos, lo que sobre, y si lo que sobra es deuda, pues los que vengan detrás ya la pagarán con sus impuestos.


Algunos, --esta vez si, algunos-- estamos hasta los huevos de que tipos con la cara tan dura como Ricardo Costa nos den lecciones de democracia en letra impresa, de tener a la matrona vacaburra de rancio abolengo franquista en la casa grande, de haber soportado que un presunto sivergüenza sin escrúpulos como Eduardo Zaplana ostentara la mas alta representación de la ciudadanía, o de tener a un nada presunto meapilas al frente de los destinos de nuestra institución mas respetable.

Lo que ocurre es que estamos en minoría y eso en democracia, aunque llegues a sospechar a veces que las mayorías se equivocan, es un hecho incontestable.


Es un hecho que los socialistas en Heliópolis perdieron el gobierno, hace mas de una década, por los excesos y errores del socialismo sevillano en Madrid, por los abusos y escándalos de corrupción, y la guerra sucia del Gal, y aunque, en Heliópolis, nada de eso sucedió, aún estamos pagando la inacabable factura, y si preguntas a un pepero por los socialistas, inmediatamente te recuerda aquellos asuntos vergonzantes, como si hubieran sucedido aquí.


Toda aquella operación propagandística de traslación de los abusos y errores en la política del Estado por el socialismo gobernante, al escenario autonómico de Heliópolis, estuvo tan bien orquestada, --no se si Ricardo ya estaba entonces en el estado mayor de la manipulación y la propaganda-- que sus efectos han sido tremendamente duraderos en todos los ámbitos, convirtiendo este espacio electoral, desde entonces, y no sabemos hasta cuando, en un feudo de la derecha mas reaccionaria.


Precisamente, esa condición minoritaria que tiene la izquierda parlamentaria en Heliópolis, les toca a los populares de aquí respecto a la política del Estado. Pero los ciudadanos no tienen culpa alguna de esas asimetrías, demandan sus servicios, sus dineros en impuestos que deben revertir en la medida que sea justo en forma de gastos sociales, y no pueden ser los perjudicados por unos tipos que tienen razón, no la saben pedir, y por eso no se la dan, y que, como siempre, se esconden, con su cara dura como el pedernal, tras el chivo expiatorio de turno.


Lohengrin. 22-05-08.

VERANO II

Esta mañana cuando volvía de almorzar en un bar de Nazaret con mis amigos libertarios, que me han contado el enorme éxito de la fiesta del Día de Africa organizada por ellos, el termómetro callejero marcaba treinta y un grados. La camisa floreada que compré en Natura el año pasado revienta por los botones delanteros y los calzones térmicos que todavía llevo puestos me producen un calentamiento excesivo en salva sea la parte. Estos tres indicadores avisan, sin lugar para el error, que hoy es verano, a despecho de las predicciones de lluvia que anuncian un fin de semana húmedo en todo el país, menos en Heliópolis, naturalmente, por eso le puse ese nombre.


El verano es un ciclo estacional pródigo en sensaciones táctiles y olorosas, proclive al crecimiento de la actividad noctámbula, en cuyo ámbito diurno aumenta de modo considerable la secreción de sudor y el potencial odorífero de las axilas, crece como los hongos la extensión de las terrazas y disminuye radicalmente la superficie de piel cubierta por la ropa.


La libido veraniega está fuertemente estimulada por el informalismo en el vestir, y si tienes la suerte de tener una novia guapa, exuberante, siempre dispuesta y exigente, no necesitas acudir a ningún centro de estética para que te arreglen el body, deteriorado por la abulia invernal, porque ella te hará sudar el par de kilos que te sobran y podrás volver a abrocharte la camisa de colorines.


El sexo es un componente importante de las experiencias táctiles del verano, pero hay que procurar practicarlo en un entorno debidamente acondicionado, para evitar el colapso cardíaco. Un paseo nocturno en barca por la Albufera, siempre será preferible al jakussi, pero si no está a tu alcance, siempre queda la bañera y, en último caso, una habitación con el aire acondicionado funcionando.


Por mucho que el calor potencie nuestra natural tendencia a la indolencia, no debemos dejar que disminuya nuestro ritmo vital. Solo hay que cambiar los horarios, evitar las horas de extrema radiación solar, aprovechar mas el fresquito nocturno, ingerir mucho líquido, salir de la residencia en la silla de ruedas a dar un paseo por los alrededores ajardinados al caer la noche y disfrutar al máximo de las sensaciones olorosas, el olor a resina de los pinos, el perfume mareante del jazmín, el suave aroma que reina en el jardin de las rosas amarillas, y el agresivo ataque a los sentidos de las plantas aromáticas, el romero, la manzanilla de olor, el espliego y la yerba mojada por el rocío, si es posible, acompañado de una residente o una enfermera.


El verano solo es un fragmento temporal de ese continuo abstracto mas importante que es el tiempo.

Lo importante no es decidir como pasas el verano, sino aprender a situarte en relación con esa magnitud donde transcurre la vida, mas relevante, a mi juicio, que el espacio, puesto que pensamiento y tiempo podrían contener, quizás, una forma existencial, aun sin la concurrencia del espacio, ya que la propia imaginación es creadora de toda clase de espacios virtuales.


Hace tiempo que dejé de creer en la fragmentación artificial del tiempo, en los hitos temporales inventados básicamente por cuestiones productivistas, cosechas, jornadas de trabajo, obligaciones tributarias y otras zarandajas que nos amargan la vida, porque nos impiden flotar libres en un océano de tiempo que en sus orígenes no nació fraccionado.


Cada vez son mas numerosos los grupos y personas que se rebelan contra la fragmentación artificial del tiempo de la vida, o viven en los márgenes del sistema temporal, aceptando solo parcialmente esas obligaciones hasta conseguir los recursos mínimos necesarios para vivir fuera de el durante un lapso cada vez mas amplio de sus vidas.


Gentes que se someten solo temporalmente a las obligaciones laborales, de modo voluntario, rechazando la noción de carrera, progreso o seguridad económica, para vivir a salto de mata el mayor tiempo posible, fuera del sistema de vida fragmentada mediante las reglas convencionales y artificiales que imponen los usos de las sociedades productivistas consumistas.


El verano es la estación mas propicia para esos nómadas exiliados del sistema temporal fragmentado, y esas almas itinerantes liberadas de las exigencias inmediatas, cogen sus mochilas, su tarjeta de ferrocarril barato y solo se someten a los horarios para saber cuando deben tomar un tren, pero fuera de esa concesión, su mochila está vacía de los contenidos habituales que marcan la vida de las mayorías. Nada de jornadas laborales cerradas –aunque trabajen de vez en cuando-- horarios regulares, destinos prefijados, afiliaciones obligatorias. Nada de, he de llevar el coche al taller, tengo que ver al director del banco, llego tarde a fichar, mañana me toca dentista, y otras cosas por el estilo, todas marcadas, claro está, por la civilización de la fragmentación temporal, un truco, un engaño asumido por todos, que es causa de infinita infelicidad.


A todos ellos, a quienes se han evadido, aunque sea parcialmente, de la tiranía de la fragmentación del tiempo, les dedico esta entrada, aunque el verano todavía no ha llegado.


Lohengrin. 22-05-08.

miércoles, 21 de mayo de 2008

EL OTRO LONDRES

Ayer fui a ver una peli de Kent Loach que es una muestra muy realista del otro Londres, el de los trabajadores ilegales, los hacinamientos en poblados de caravanas, la explotación extrema a que se les somete, no solo por las mafias ucranianas como leemos en los periódicos, sino, como en la peli, por un par de chicas ex trabajadoras de una empresa de trabajo temporal que, hartas de dejarse tocar el culo para conservar el empleo, deciden entrar en el negocio por su cuenta.


Loach te hace tomar conciencia, con su perfecto diseño de los personajes, las situaciones, un magnífico guión y los sórdidos paisajes urbanos que acogen la inmigración ilegal, de que el Londres que has visto es un espectáculo para turistas y que la vida mas palpitante y brutal permanece oscura y desconocida para el viajero ocasional de una semana a la complejidad de la cuna del capitalismo ultraliberal.


Con un estilo exacto de disección documentalista, encarnado en una sólida ficción actoral, Loach muestra con todo su patetismo como la globalización ha transformado la vieja lucha de clases teorizada por Marx en el siglo X IX desde la biblioteca del Brithis Museum, en una pelea entre los propios trabajadores a cara de perro, por los despojos del festín solo montado para unos pocos, y lo hace enfrentando desde los personajes dos posturas éticas contrapuestas, pero sin maniqueísmos.


Mientras una de las chicas está dispuesta a todo por salir de la mediocridad y llega al extremo de denunciar la existencia de un poblado chabolista de trabajadores ilegales para, una vez vacío, realojar allí a los trabajadores de su propia contrata, su compañera es incapaz de abandonar del todo los valores éticos que su colega considera un estorbo “en el mundo libre” de ahora mismo.


La misma mujer que hace desalojar, por medio de su denuncia, el poblado ilegal, ha acogido antes generosamente en su casa a una familia iraní que no tiene casa ni papeles, y cuando su compañera le hace ver que los niños que la miran tras la valla metálica, a punto de ser desalojados por la policía, son los mismos que ella acogió en su casa, aún le queda un resto de compasión para avisarles de que se vayan de allí antes de que los arresten.


Esa contraposición de valores y actitudes está en todos los personajes y situaciones, y cuando el padre de la chica arribista le pregunta si los trabajadores intermediados por ella cobran al menos el salario mínimo, ella le contesta con un discurso en el que glosa el ejemplo del trabajo indefinido de treinta años que ha ejercido su padre, con los treinta trabajos de mierda que ella ha tenido, antes de elegir convertirse en lobo depredador en un mundo nuevo que ya no es el que su padre conoció, en ese “Mundo libre” que da título a la película.


No vi en Londres ningún poblado de caravanas reservadas a ilegales, ningún paisaje sórdido de los que escenifican la historia que nos cuenta Loach, pero el mensaje de la película se entiende perfectamente y ayuda a percibir otras realidades inmediatas, como las peleas mortales de estos días en Sudáfrica y al asesinato de refugiados zambianos por parte de otros trabajadores ligeramente mas establecidos.


También he comenzado a entender algo que me había llamado la atención. Las extensas plantillas en las barras de los pafs, el ejército numeroso de gente que trabaja lejos de las regulaciones laborales, o en nichos reservados a mano de obra barata, con la cobertura de becas, jornadas parciales, cesiones de empresas de trabajo temporal, o con pasaportes falsos comprados a un alto precio. Un mundo de picaresca extrema que, naturalmente, no se reduce a Londres, porque en Roma, me cuentan que los bares y restaurantes no dan tikquets con los precios que cobran, sino solo con el nombre del camarero que te atendió y otra información no económica, y todos hemos visto arder, en las pantallas de televisión, los campamentos de los gitanos rumanos, probablemente a manos de otros trabajadores ligeramente mas establecidos.


En fin. El otro Londres. Pueden ir a ver la peli, “En un mundo libre”, en el cine D´or, de Heliópolis, solo hasta el domingo. O pueden ir a Londres, pero no les bastará con una semana, y tendrán que buscar en barrios que no figuran en las guías turísticas.


De nada.


Lohengrin. 21-05-08.

lunes, 19 de mayo de 2008

LONDRES 13,17


Me gusta Londres. Me gusta, mas que nada, el ambiente de tolerancia ácrata que se respira en esta ciudad en la que desearías quedarte a vivir, pero donde los alquileres se pagan por semanas a precio de caviar de belluga. Me deja pasmado que en el British Museum nadie te mire mal si pasas de dejar el donativo en la entrada, que la gente pueda hacer las fotos que le de la gana a cualquiera de las miles de obras de arte antiguo que hay expuestas, que no tengas que pasar por el arco de detección de metales y que no haya en el museo maderos que te cacheen, aunque tengas pinta de mangui con la barba, la gorra y las gafas de sol puestas en un día nublado. Me encanta que los pedestres –como nos llaman a los peatones-- nos pasemos por el forro los semáforos en rojo, aunque me producen cierta paranoya los letreros pintados en la calzada –mire a la derecha, mire a la izquierda-- con lo fácil que sería hacer mas uso de los pasos cebra. Me divierten los taxis nuevos disfrazados de modelos antiguos y la actitud desinhibida de las mujeres inglesas, las mas lanzadas de Europa que yo conozco, obligadas como están a competir con las orientales que, por lo que yo he visto, se levantan a uno de cada tres autóctonos.

Me gustan las casas de cuatro alturas y ladrillo rojo de Rosary Gardens, la calle de Kensington en la que vivo, y la suave lluvia que acaricia la piel al salir del zagüan de esa casa, cerrado por una verja de forja, a las nueve de la mañana del tercer día de mi estancia en la ciudad. Me gusta Londres, y es un inconveniente menor que, cuando has aprendido a pedir un coffe white, te pregunten en inglés si es para llevar a para tomarlo allí, porque, aunque no te enteras, hay una guapa camarera latina que te saca del apuro. Me gusta Hyde Park, a las seis de una tarde de sol, y el aire indolente que respiran los cientos de personas que retozan sobre el green sin hacer nada. Me gusta Londres y la grandeza de sus monumentos neoclásicos, el urbanismo de sus plazas y parques, y todas las demás cosas que voy descubriendo y que me dispongo a relatar. Me gusta Londres.

Un vuelo tranquilo. Despegamos del aeropuerto de Heliópolis a las 14,20h. y la navegación en un mar despejado, por encima de las nubes, nos regala una travesía relajante, contemplativa. Los claros nos permiten ver las líneas de costa de Francia y Gran Bretaña, separadas por el canal, después de una hora y media de vuelo, cuando el avión vira para situarse por encima de la isla y tomar el pasillo aéreo que nos conduce a Heatrow. Aterrizamos sin novedad, compramos una tarjeta con validez semanal para el metro y los autobuses urbanos, y después de treinta minutos de trayecto en el Underground, salimos a la superficie en Gloucester Road, a escasos minutos de la casa de Kensignton donde hemos reservado alojamiento, Apartamentos Aston.

Con el entusiasmo de los novatos, nos lanzamos enseguida a la calle. Pasamos junto a Hyde Park y lo pateamos desde la acera. Seguimos hasta Bloomsbury, las calles mas pijas de Londres, el barrio de los anticuarios y los subastadores, casas palaciegas y pafs elegantes donde guardaespaldas indonesios con chaleco reflectante y bombin, custodian la seguridad de los ricos que se divierten en las aceras con la copa en la mano, con el mismo aire decadente y sobrado de los personajes de las novelas de costumbrismo burgués. En las aceras, coches deportivos carísimos aguardan a que el criado de turno, tocado con su bombin, recoja el coche para el amo, mientras el suave clima de la tarde democratiza la fiesta con su generosidad que no distingue a los ricos de los miserables.

Deslumbrados por la monumentalidad de las calles y las plazas, por el personalísimo urbanismo de los barrios residenciales londinenses, se nos pasan las horas, hasta que recalamos en un coreano, donde por setenta libras nos dan una muy aceptable cena para tres, que incluye seis cervezas coreanas. Sopa de algas –para compartir. Témpura de verduras. Pollo caramelizado –riquísimo. Arroz frito con huevo y verduras, otro con una mezcla de todo –un cuenco de cada, para compartir.
Fideos con marisco –una ración. 

Después iniciamos una primera toma de contacto con London la nuit. Soho. Es martes, y no hay jazz hasta el jueves. Un largo pateo por sus calles. Una cerveza aquí, un café allí. Chinatown esta vacío de gente. Los chinos en la puerta intentando captar clientes, pero, como comprobaremos otra noche, los clientes están en otro sitio. 

Paseando, llegamos hasta Picadilly, deslumbrante con sus pantallas luminosas, por lo demás, me pareció bastante semejante a la puerta del sol madrileña. Los cines y teatros anuncian, aquellos, los últimos estrenos, estos, los musicales de siempre, Cabaret, Los Miserables, y esa larga lista que aquí tiene una longevidad escénica inusual en otras ciudades. 

Por todas partes se afanan en conseguir viajeros los nuevos coolies en sus carritos tirados por bicicletas, y quienes pululan por el soho lo hacen en un ligero estado de euforia alcohólica que les predispone al saludo y la conversación. Nada que ver con el aire algo estirado y formalista de Blomsbury. 

En el centro de Picadilly, sentada sobre el bordillo de un pequeño templete circular, una mujer oriental abre una botella de champán, con un seco estampido. Es el botellón de aquí. En la esquina de un edificio cercano, se abre paso hacia la acera un conjunto escultórico de cuatro caballos que impresiona por su cercanía y su tamaño. Cansados del pateo, bajamos al Underground de Picadilly y tomamos el tren hasta Gloucester Road.

La pasión inglesa. La homosexualidad no es la pasión inglesa por excelencia, sino que lo es el bricolage. Esto se puede comprobar unos minutos antes de las nueve de la mañana, cuando ves por la calle a numerosas personas cargadas con su maletin de herramientas, sus tubos o cables, y a un gran número de furgonetas de contratistas, reparadores, antenistas y chapuceros, conducidas por auténticos especialistas del bricolage que se encargan de que esta ciudad de casas centenarias funcione y no se venga abajo, aunque a los w.c. les presten menos atención que en el continente.

Entonces te das cuenta de que es ese ejército discreto, cuya divisa es la taladradora y el martillo, junto con las numerosa plantillas de bares y restaurantes –no hay menos de seis en cada barra, el que permite que un millón de personas de fuera desembarquen cada semana aquí y que todo siga funcionando como la seda a pesar de esa invasión reiterada y cambiante.

De camino hacia el British Museum, pasamos por Trafalgar Square, dominada por la altísima columna que soporta la estatua de Nelson, aunque lo mas heroíco de por aquí es el bifee de buey atribuido a Wellington que sirven en el Green Door, 152 Gloucester Road, que recomiendo con absoluto entusiasmo.

Las salas del British reflejan la grandiosidad del despojo al que el imperio inglés sometió todas las tierras conquistadas. Aquí está el imperio asirio, casi en su totalidad, Todas las tribus culturales han sido saqueadas por estos isleños tan viajados, aunque tienen el buen gusto de conservar adecuadamente para disfrute universal, el producto de sus saqueos. El arte oriental, en particular, en sus diversos y variados orígenes, está representado de modo exhaustivo. Sepulcros, Momias y toda la parafernalia egipcia de la muerte, pero también la piedra Rosetta, Budas de todos los colores, tamaños y expresiones, de todos los orígenes, diosas hinduístas, una estatua femenina que explica, con su insólita belleza, el éxito creciente de las mujeres orientales en el mercado del sexo, y cuya foto voy a ver si escaneo para ilustrar esta entrada del blog. 

Mención aparte merece el Partenón, cuyos mármoles están aquí, --.sujetos a pleito, porque los griegos exigen su devolución-- pero no solo aquí, porque la mayoría de las fachadas de los barrios residenciales londineneses incluyen un par de columnas y un frontis que son una evocación del cánon arquitectónico clásico griego.

Después de patear las salas de las culturas antiguas, asirias, griegas, egipcias y orientales, nos planteamos que no podemos abordar la visita de al menos otra parte de los 26.000 metros cuadrados de galerías, sin tomar un perrito caliente.

Reanudamos la visita y después de una foto junto a los filósofos griegos y otra a la roca de acero esculpida por un japonés que se exhibe en el patio del British, bajo una gran bóveda acristalada diseñada por Norman Foster, salimos a patear Trafalgar Square y Maifair, nos detenemos en el Covent Garden, donde un cuarteto de cuerda anima el cotarro entre las palmas de los allí presentes y nos acercamos a Oxford Street y Regent Street, llenas de escaparates para los aficionados a los trapos.

Londres es, ciertamente, entre otras cosas, una ciudad espectáculo con una arquitectura residencial que le da un carácter propio, una monumentalidad neoclásica y un urbanismo público realmente impresionantes, que se reflejan en sus edificios emblemáticos, el parlamento, la catedral de St. Paul y tantos otros, en sus extensos y numerosos parques, Hyde Park, Green Park, prácticamente uno por cada distrito, con numeroso arbolado en el green, además de las abundantes zonas verdes menores de los barrios residenciales y los patios ajardinados detrás de cada iglesia.

En cuanto a los londinenses, me ha sorprendido la formalidad discretamente elegante con la que visten, sobre todo en sitios como Bloomsbury y, aunque todavía no hemos visitado Camdem Tawn, solo hemos encontrado una muestra de radicalidad vanguardista en la orilla del Támesis, mientras tomábamos unas cervezas en una terraza elevada sobre el río. Una mujer con el pelo rapado y una coleta, que vestía una combinación de prendas multicolor, dominada por el verde y el rojo escarlata,
incluída una vaporosa falda corta sobre los coloridos pantalones ceñidos, todo muy exageradamente
exhibicionista. Por lo demás, el gris y el negro es lo que domina entre la gente de aquí que, en su mayoría, practica una discreta elegancia dentro del mas estricto formalismo.

La segunda noche de nuestra estancia en Londres, salgo de Rosary Gardens, 39, en Kensington, donde dormimos y mientras miro la luna que crece en la noche despejada alguien dispara unos cohetes, como si estuviéramos en Heliópolis. Me gusta Kensignton, un barrio residencial tranquilo, con sus casas de cuatro alturas, a dos pasos del metro de Gloucester Road que nos conecta con cualquier barrio de Londres.

El garito de Ronnie. El jueves dedicamos la mañana y parte de la tarde a la Tate Modern Gallery, y la noche a tres garitos, entre ellos el de Ronnie. Después de patear la Tate llegué a la conclusión de que con lo que vale el puñado de cuadros de Picasso de la colección permanente, se podría comprar un buen trozo de Hyde Park, la flota de autobuses entera y alguna tribu urbana. Entramos por el morro, no somos donantes ni mecenas de museos, pero para ver la exposición temporal de Duchamp, Man Ray y Picabia, tuvimos que retratarnos, once libras por cabeza, excepto la mía, que por las canas me rebajaron un pavo. Lo mejor fue un corto en blanco y negro donde estos cachondos se montan una curiosa escena de caza y un larguísimo entierro en calesa conducida por un camello, que hace que te partas de risa.

No voy a extenderme sobre lo que vi en la Tate, para eso están los catálogos, pero los tres cuadros de Francis Bacon, terroríficos, recordaban El Grito, de Eduard Munch, ese cuadro tan robado últimamente. Entre sala y sala, subimos a la planta séptima, donde hay una barra de bar con excelentes vistas de la otra orilla del Támesis. Una birra Cain´s, tres libras con veinte, claro que estás frente a lo mejor de Londres y en el interior del cubo de vidrio que remata el edificio de la vieja fábrica reconvertida que acoge el museo.

Cansados del pateo por las numerosas salas de la Tate, hacemos un receso para comer en la misma orilla. Un italiano con vistas a los grandes barcos amarrados que sirven de restaurante. Pasta. Pizzas y una botella de Frascatti, fresquito, valga la redundancia. Correcto y bien de precio.

Por la tarde, concluímos la visita a la Tate –lo vimos casi todo, Max Ernst, Miró, Picasso, algo de Juan Gris, Bacon, Kandinsky, Picabia, demasiados Picabia, diría yo, en fin, casi todos los fondos de la colección permanente. Luego nos fuimos a Harrod´s, para ver el departamento del papeo de lujo, donde se puede encontrar casi cualquier cosa cara, desde champán Krug, Dom Pérignon y caviar iraní, hasta chocolate al marc de champán. Una pescadería muy bien surtida. Alas de raya fresca a buen precio, camarones pelados, bandejas de pescado preparado para sushi. Unos mostradores de charcutería lujosa, con los mejores quesos, jamones de york, patés y fiambres. En la carnicería abunda el buey y puedes comprar rabo a cinco libras el kilo.

Agotada nuestra resistencia, regresamos a casa para descansar un poco, porque esta noche vamos a Soho.

Después de cenar en un Dim sum pescado y verduras al vapor, tomamos el metro de Picadilly en Gloucester Road y nos dirigimos a Soho. El garito de Ronnie, que según las guías turísticas es uno de los locales emblemáticos de jazz a nivel mundial, está completo, y hay que esperar al próximo pase. Es jueves y las calles de Soho están muy animadas. Mucho exhibicionismo en la vestimenta y los peinados rapados, entre los coolies que circulan con sus bicis arrastrando turistas en los carritos y gente muy saludadora y extrovertida porque a esta hora ya llevan unas cuantas copas.

Mientras esperamos la hora del próximo pase en Ronnie´s, bajamos a un tugurio de Hard Roc, el Arts Club, donde un grupo de tres músicos –canta una chica-- que se hace llamar Criminal Records, muy propiamente, se pasa de decibelios hasta el punto de que ciertos acordes, después de rebotar en el bajo techo del exiguo local, hacen que se te erizen los pelos por la brutalidad apocalíptica de su sonido. Como hace calor, la cantante rubia que toca la guitarra se queda en sosten, un modelo negro bastante convencional, lejos de los colorines de los sujetadores que acostumbran a exhibir las mujeres inglesas en los jardines cuando sale el sol.

Dejamos morir media hora en el Arts Club y cuando salimos a la calle, en el Ronnie´s ya ha quedado libre el aforo para el segundo pase de la noche. Actúan los músicos residentes, un pianista –muy bueno, un bajo y un batería. El local, muy bien iluminado y con una sonorización perfecta, reparte al público en mesas separadas, situadas en una estructura de gradas, de modo que la visibilidad y la audición es buena desde cualquier punto de la sala, sin ángulos muertos. Nosotros estamos en una mesa al lado de los músicos.

La sesión transcurre con ese buen rollo entre los músicos, y entre ellos y el público, característicos de las jam sessions, cuando de un modo casual se incorporan dos intérpretes nuevos, que cantan y se intercambian el piano, mientras el pianista se pasa al bajo y sale otro batería. Se van los músicos que comenzaron y se hacen cargo de la sesión los nuevos que han llegado. El pase se prolonga hasta la una, desmintiendo el tópico de que aquí, a las ocho de la tarde, todo está chapado.

Después, callejeamos un poco, entramos en Little Italy, donde una titi de un metro ochenta, con minifalda, lleva unas cartucheras con una botella de vodka y unos cuantos chupitos. La gente baila muy animada en el estrecho espacio del bar y un tipo estrella una cerveza contra el suelo y me salpica la chaqueta, pero como es sintética, en unos minutos está seca y sin rastro de manchas. El personal del local le llama la atención al tipo de la botella rota, pero ha sido un acto involuntario y la cosa no va a mas. Hacia las dos, tomamos un autobús equivocado, después pateamos un poco y al final tomamos un taxi que nos lleva a Kensington.

Camdem Town. Es como un enorme zoco marroquí o turco. Una medina laberíntica donde se mezclan las tiendas de ropa, zapatos, artesanía y comida caliente, que incluye algunas de las tiendas mas futuristas que existen en el planeta y los objetos mas raros que uno pueda imaginar, desde balones de putching, hasta medallas del ejército ruso, ropa militar, y unos frasquitos que se venden como ambientadores, pero que resultan ser, según un enterado, dilatadores anales.

Cualquier extravagancia que a uno se le ocurra, se puede encontrar en esta arquitectura de túneles de ladrillo, que parece una antigua cisterna de agua, decorada con unas sensacionales lámparas de un tamaño enorme, donde las tiendas se comunican unas a otras, sin solución de continuidad y donde, lamentablemente, hay una prohibición estricta de tomar fotografías. Es necesario dedicar una mañana entera y parte de la tarde a la visita a los sucesivos mercados que vas encontrando en cada calle, en cada sitio escondido e imprevisible, sin que lo extenso del lugar te permita hacer una visita exhaustiva, pues este es uno de esos lugares que hay que visitar varias veces para hacerse una idea cabal de su contenido.

 Cuando crees que lo has visto todo, tropiezas con un lugar bucólico, un puente sobre un canal con una perspectiva veneciana, unas viejas cuadras en restauración donde hay unas fotografías expuestas que incluyen a todos los grandes músicos contemporáneos. Sexs Pistols, David Bowie, Bob Dylan, Presley, Bob Marley, Rolling, Beatles, The Smiths, The Ramones, Steve Wonder, Ray Charles, están presentes, entre otros, en la extensa muestra, y el cartel de la Xula que está en un tenderete del exterior, no desentona para nada de esta colección de famosos de la música.

Cuatro horas de pateo por este zoco lleno de sorpresas nos han dejado exhaustos. Después de comprar en un puesto callejero unos fideos chinos con pollo caramelizado, los devoramos sentados junto a una valla y, después de dedicar otra hora a las compras que faltaban, luego de un paseo por Leicester Square que nos viene de camino en un enlace de metro, hemos vuelto a Kensington y nos hemos tirado en la cama, rendidos de cansancio, para reponer fuerzas, pues esta noche volvemos a Camdem Town, para ir a otro garito, el Jazz Café.

Salgo a dar un corto paseo por Kensington, mientras fumo un cigarrillo. Es viernes y la presencia de gente en la calle a esta hora, las siete de la tarde, se multiplica exponencialmente. Me como el barquillo que llevo dos días en el bolsillo. La galleta de la suerte que nos dieron en algún restaurante oriental, con un papelito enrollado en su interior que decía alguna cosa amable. Nuestra estancia en Londres alcanza el tramo final. Esta noche hay un sinfin de espectáculos y actuaciones musicales en directo en la ciudad, pero mis acompañantes han optado por el Jazz Café. Mañana, antes de tomar el avión de vuelta a casa, daremos un paseo por Portobello.

Es mucho el sueño y el cansancio acumulados en estos cuatro días en la ciudad mas estimulante de Europa, pero se puede recuperar uno cenando en el Green Door, 152 Gloucester Road, un Beef Wellington, media libra de carne envuelta en hojaldre, bien especiada, acompañada de una botella de tinto surafricano.

Además de la carne, tomamos una ensalada con queso azul, y un suculento postre, Apple con Ice cream y galleta tostada rallada y nos fuimos al Jazz Café. Rollito Funky hasta las dos de la mañana. Algo monótono, pero bien. Los anglos, simpáticos y saludadores porque ya llevaban tres copas triples, me hablaban con cordialidad, pero yo no entendí ni un pijo de lo que decían, excepto a aquel tipo que me preguntó si yo era americano. Si era americano hortera, quiso decir, porque la pinta que tenía yo, con la barba, la gorrita de la escudería Williams y las gafas de sol a las dos de la mañana, ni te cuento.

Un corto resumen de lo que es el personal de Londres se puede ilustrar aludiendo a la cena que nos sirvió un camarero ruso, las titis angloafricanas y orientales que frecuentaban el garito, y el taxista iraquí que nos devolvió a casa --treinta libras, mas la propina que le dimos al conseguidor del taxi.
O sea, eso que llaman melting pot.

Portobello.La mañana del sábado, antes de embarcar en el vuelo de regreso, fuimos a Portobello, cerca de Noting Hill. Cumplidos los objetivos básicos del viaje, Kensington, Royal Albert Hall, Hyde Park, Bloomsbury, Green Park, St. James Park, Abadía de Westminser, el Parlamento y el Big Ben, London Eye, Tate Galery, Regens y Oxford Street, Trafalgar Square, British Museum, Picadilly, Soho, Chinatown, Maifair, Covent Garden, Leicester Square, Harrod´s, Camdem Town y asumida la renuncia a la Torre de Londres, Buckingham Palace, otros palacios y sus protocolos monárquicos, que no nos atraían nada, solo nos quedaba patear los mercados de Portobello que resultaron ser no mas pequeños que Camdem Town, pero algo menos interesantes.

Al menos, eso me pareció a mi. Aunque tambien aquí se pueden encontrar las cosas mas raras. Además de las numerosas casas de antigüedades, está el bar García, donde puedes almorzar tortilla de patatas y tomar cerveza Cruz Campo. Tambien puedes ver en la calle a un par de tipos debajo de una sombrilla cocinando un par de exóticas paellas de gran tamaño.

Agotado el tiempo de que disponemos, emprendemos el regreso por las aceras mas despejadas de gente. Tomamos el metro hasta Gloucester Road, para recoger las maletas que hemos dejado en el apartamento. Despues nos espera un trayecto de unos cuarenta minutos hasta Heatrow. No sabemos de que terminal saldremos. Filmamos el paisaje que se ve desde la ventanilla hasta llegar al aeropuerto. Una breve consulta nos confirma que hemos elegido bien, salimos de la terminal 2, no hace falta desplazarse hasta las otras terminales mas alejadas. Una fina lluvia, muy londinense, marca el irrevocable final de este interesante viaje a una ciudad que, la primera vez que la pisas, te produce unas irresistibles ganas de volver. Me gusta Londres, si. Ahora lo digo con mas conocimiento de causa.

Es un inconveniente menor haber tomado el metro en Gloucester Road a las 13 h. y entre traslados, esperas, aviones y metros, llegar a destino, teniendo en cuenta la diferencia horaria, a las nueve de la noche. Llegas muerto, pero con la sensación de que ha valido la pena. Seis páginas. Menudo curro de crónica me ha salido. Espero que le sirva a alguien de algo.

Lohengrin. 19-05-08.





domingo, 11 de mayo de 2008

LONDON

El martes 13 embarcaré en un vuelo con destino a Londres, junto a mis dos hijos varones. Tenemos reservado un apartamento en Kensington con baño y cocina, porque mi hijo mayor es un cocinillas cuyo crujiente de solomillo con reducción de Pedro Ximénez es legendario, y el menor, no menos importante, se dedica a la pasta a la marinera con gambas desde los trece años, aunque ahora se ha puesto fondón porque se ha pasado al ragú de cuello de cordero con patatas.


Una amiga nos ha facilitado un plan de viaje que, en su ruta 4, incluye una visita a Picadilly Circus, Trafalgar Square, la National Galery, el Covent Garden, las antigüedades egipcias del British Museum, Oxford Street y Regent Street, --mas que nada para los chicos a los que les gustan los trapos, el Royal Festival Hall, Leicester Square y el toque étnico de Chinatown, porque no hay que olvidar que Londres, una ciudad con ocho millones de habitantes, tiene un melting pot derivado de su condición de antigua potencia colonial que hay que conocer en su propia salsa, --de soja.


Otra de las rutas que nos han recomendado, por su vecindad con nuestro alojamiento temporal, es Noting Hill, aunque ahora no es época de carnaval, Kensington Garden y Kensington Palace, una visita al Royal Albert Hall, Hyde Park y, naturalmente, su esquina de Speaker´s Corner, donde pienso intervenir para difundir el espíritu inconformista del Blog.


Tambien haremos la ruta mas convencional de Buckingham Palace, para presentar nuestros respetos en nombre de los usuarios del Blog a su muy anticuada majestad Isabel II, nos dejaremos caer por St. James Park, Green Park, la Abadía de Westminster, donde mantendremos un breve intercambio con el Abad, el Parlamento, para abroncar a Gordon Brown por su política de dar dinero a los bancos y castigar con impuestos a las clases populares, y escucharemos las campanadas del Big Ben desde lo alto del Ojo de Londres, -London Eye.


Si tenemos tiempo, visitaremos Regent´s Park, el Teatro Queen Mary´s Garden y, naturalmente, Camdem Tawn, espero que recuperado del incendio, el mercado y barrio londinenses con mas mezcla étnica, cultural, y de tribus urbanas, --al menos eso dice la amable comunicante que me ha recomendado estos itinerarios.


No se si podremos visitar Porto Bello, porque el mercado es el sábado y ese día, me temo, hemos de emprender el regreso.


Este viaje no ha sido idea nuestra, sino de mi mujer quien, muy astuta, prefiere quedarse sola mientras nosotros viajamos, con la aviesa intención de hacer lo que le venga en gana sin la compañía de ningún maromo que, quieras que no, siempre interfiere con su presencia en los planes de ir de trapos con amigas y esas cosas, que las mujeres siempre prefieren hacer sin la latosa presencia de sus maridos.


En resumen, para lo que interesa a los usuarios del Blog, estaré fuera del 13 al 17 de mayo y, como no acostumbro a usar portátil, os dejaré descansar durante este período de cinco días, aunque amenazo con una crónica del viaje a mi vuelta, que supongo estará en las pantallas de vuestros ordenadores no mas tarde del día 18.


Hasta entonces, recibid un cordial saludo y mis mejores deseos para todos.


Lohengrin. 11-05-08.

sábado, 10 de mayo de 2008

LOMOS DE ESCÓRPORA A LA PLANCHA, CON PIMIENTOS ITALIANOS RELLENOS DE NÍSPEROS.

La escórpora es el pescado con aire mas prehistórico del Mediterráneo, al que en Heliópolis llamamos escorpa y que, según el tamaño de los ejemplares –casi todo cabeza y espinas—se usa para caldo o, si tienes la fortuna de encontrar un ejemplar que supere el kilo y medio, tiene otros aprovechamientos.


En este caso, he encontrado un ejemplar de un kilo setecientos gramos, y he encargado al pescadero la peligrosa tarea, para los no profesionales, de librarse de su aguijón venenoso, dejar dos lomos limpios, con su piel, y empaquetar por separado la cabeza y las espinas para hacer un arross a banda mañana, con el caldo que obtendré de esos despojos, aunque esa es otra historia.


Después, he comprado cuatro pimientos italianos, unos pocos champiñones recién cortados, y un cuarto de nísperos, grandes y maduros.


A los pimientos, les he dado un corte longitudinal, después de cortar los rabos y lavarlos. Dspellejados y deshuesados los nísperos, los he cortado en cuartos, y los he introducido en los pimientos abiertos, cerrándolos con un palillo. He pelado los champis, porque me gusta la blancura luminosa que ofrecen cuando les quitas la piel sucia de tierra.


Una vez caliente la plancha, he puesto los lomos de escorpa, después de salados; los pimientos rellenos y los champis. Retirado el pescado y los champis, despues de gotearlos un poco con aceite de oliva virgen y salpicarlos de perejil, he dejado un poco mas los pimientos, para que el relleno de nísperos sude un poco el azúcar, y voilá, ya está.


Tengo debilidad por el Blanch Pescador cuando como pescado a la plancha, pero si no queda en

el botellero, no pasa nada, un blanco manchego de cosecha, tampoco está mal, no conozco, en este momento, en España, ninguna bodega que haga vinos malos, y a unos precios que son la envidia de Europa.


Mientras hacía los preparativos, me he comido el hígado asado, una delicatessen de una finura extrema, con una copa de blanco, y se me hace la boca agua al pensar en el arroz que va a salir mañana con el caldo de la cabeza y las espinas.


En fin. Lomos de escórpora a la plancha, con pimientos italianos rellenos de nísperos.


De nada.


Lohengrin. 11-05-08.



LA HORDA

Los jinetes del Apocalípsis no son cuatro, sino una horda muy numerosa, que cabalga oscureciendo el horizonte, con el tasajo bajo la silla, para hacer su trabajo personalmente, porque la muerte es personal e indelegable y para cada muerto se necesita un jinete.


Tony ha cerrado el Maravillas, porque su prima se muere de un cáncer de mama con metástasis, desde hace ocho años. Hoy ha pasado el jinete a recoger sus despojos y esa es la gran putada para la que nadie tiene solución.


En la antigua Birmania, una sección de ese ejército incansable ha destacado cien mil soldados para que hagan su trabajo inapelable entre los mas indefensos, mientras los tipos que mandan allí están mas ocupados en controlar las aduanas, para que no se les escape el chollo del mercado negro, que en atender las necesidades urgentes de sus nacionales, y desde Beirut, Maruja Torres manda una crónica que es un testimonio de sus afectos por esa ciudad y sus gentes, además del reconocimiento objetivo, periodístico, de la situación de guerra civil que allí se vive.


Es curioso, ayer fui a ver Caramel, la película sobre Beirut, en la que cuentan mas los sobreentendidos de los gestos sutiles de las mujeres que pueblan la pantalla, y el escenario beirutí con la letra descolgada del salón de peluquería, que parece una metáfora de la precariedad en que vive la ciudad después de perder el brillo de sus pasados esplendores, que las menudas historias que cuenta.


Al verla, evoqué a Maruja Torres y el actual clima de guerra civil que se vive allí. En sus artículos, Maruja ha dejado entrever, alguna vez, los afectos que le unen a esa ciudad y sus gentes, su gusto por su gastronomía y su música, por el carácter de sus gentes, que tan bien describe la película, y la imaginé entristecida por la nueva galopada de los jinetes de la muerte sobre esa ciudad castigada por la guerra y la incertidumbre, pero no sabía que estuviera allí, al pie del cañón, como confirma su crónica de hoy en la página dos de Internacional de El País.


La solapa de un libro leído hace mucho tiempo, La Dama del Alba, obra teatral de Alejandro Casona, decía que era “la mas bella teatralización del misterio de la muerte...” Hoy, la verdad, leyendo y escuchando las noticias de muerte que habitan los periódicos, y las que, directamente, afectan a los amigos, no me parece que la muerte sea bella o misteriosa, aunque tampoco me siento inclinado a calificarla de trágica, sino mas bien de cotidiana.


La muerte es tan natural y cotidiana como la vida, son dos caras de la misma moneda, y no se puede entender una sin la comprensión cabal de la otra. Otra cosa es que, cuando ese trabajo cotidiano de la horda de jinetes que recorre el mundo se ceba en la población mas débil, como en el caso de Myanmar, ante la indiferencia culpable de sus dirigentes, o afila sus garras para dar un nuevo zarpazo a las gentes de Beirut, por la incapacidad de las facciones políticas que allí medran para alcanzar una convivencia duradera, un inevitable sentimiento de indignación por la maldad de los hombres, se oponga el reconocimiento racional de un hecho que, en si mismo, es tan natural como la vida.


Una cosa es que esa horda de jinetes se comporte como un grupo numeroso de campesinos que recoge su cosecha natural entre las gentes que han cumplido su ciclo vital y entre aquellas otras a quienes arrebata la enfermedad o el azar accidental, y otra que se ponga al servicio de los poderosos para llenar el granero con millones de inocentes, casi siempre en los países mas desfavorecidos, que suelen ser el escenario de tragedias colectivas, infinitamente mas dolorosas, menos bellas y misteriosas que las que salen de la pluma de dramaturgos, novelistas y poetas.


Es esa cruda realidad la que nos conmueve, porque nos enfrenta a la verdadera naturaleza de lo humano, capaz de lo cruel y lo sublime, de favorecer la vida y de hacer de la muerte un negocio mercantilista en favor de unos pocos poderosos, y no es ningún consuelo para este sentimiento de piedad compartida pensar que así ha sido desde el comienzo del mundo.


En primer lugar, porque nadie puede estar seguro de que fuera así realmente, también porque en la naturaleza humana subyace el impulso de decantarse en favor de la vida y abandonar la destructividad, ese otro impulso que está en el origen de las cabalgadas de la horda que cosecha mas vidas de las necesarias, en el afán irracional de aumentar, para satisfacer la codicia de unos pocos, los muertos almacenados en su granero.


Lohengrin. 10-05-08.



jueves, 8 de mayo de 2008

FABRA Y LA VERGÜENZA TORERA

Es una lamentable pérdida para la afición taurina, y para él mismo, que Fabra no se hiciera torero. Con su chulería, habría levantado de sus asientos al público enfervorizado del universo taurófilo, en todas las plazas de aquí y de América.


Para quien no lo sepa, Fabra es el señor de la alianza del norte, un territorio afgano por las peculiares relaciones de poder que allí operan, mas conocido como Castellón. Fabra selló un pacto filial con Camps, Emperador de Heliópolis, quien va poco por el parlamento y no contesta a los periodistas, porque se pasa todo el tiempo en la fábrica de moneda, supervisando la emisión seriada de su perfil en bronce que debe conmemorar su condición de barón del partido, y no gusta de delegar tarea tan delicada.


Desde entonces, gracias a ese pacto y a los votos afganos de su territorio caciquil, Fabra se ha convertido en un intocable, no en el sentido de paria que se da en la India a quienes malviven con ese estigma de casta, sino en su acepción mafiosa de persona muy influyente, con la que no se atreven a enfrentarse ni los jueces.


Cualquiera que haya visto a Fabra salir del palacio presidencial de Heliópolis a las diez de la noche, oculto tras sus gafas oscuras, subiendo a su coche con lunas tintadas, adivinará enseguida cual es su condición, por que las cosas, en contra de lo que se dice, si son lo que parecen, además de que la función crea el órgano y la evidencia del aspecto de una persona es un lenguaje mudo, capaz de dar mucha información a quien sabe mirar.


Pasé por esa experiencia, un poco intimidado, lo confieso, y aunque en esa primera impresión no tuve dudas de que había visto a un mafioso, una reflexión posterior me permite ampliar el abanico de esa suposición, con otras pinceladas. Pensándolo mas, aquel caballero fotófobo, como Pinochet y otros personajes acostumbrados a la ocultación, el sigilo y el engaño, que van de la mano de la fobia a la luz, pudo haber sido torero o actor con dedicación plena, en lugar de mafioso que usa la política con fines poco transparentes.


Me he preguntado si esa decantación fue una elección personal, o un determinismo, lo que llamamos destino. Es indudable que el peso de la familia, como en el caso de Michael Corleone, el sucesor de El Padrino, estaría presente en su elección, porque Fabra, conviene aclararlo, tambien es el continuador de una saga familiar, pero mi punto de vista es que el determinismo no anula la voluntad personal, que todos somos responsables, por encima de otras consideraciones, de lo que somos, y por lo tanto, Fabra es responsable de ser Fabra, porque igual podría haber elegido hacerse futbolista, torero o actor, en lugar de mafioso, y no lo hizo.


La condición de mafioso no la adquiere cualquiera. Se requiere una larga lista de requsitos que solo están al alcance de las minorías. También, alguna renuncia. Hay que renunciar, entre otras cosas, a sentir verguënza de los propios actos. Mi viejo Espasa, la primera acepción de vergüenza la explica así, Turbación del ánimo, que suele encender el color del rostro, ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante...


Fabra, en virtud de su pacto con el Emperador y gracias a sus votos afganos, adquirió la condición de intocable, que algo tendrá que ver con el hecho de que los procedimientos judiciales que se han seguido contra el por sus presuntas faltas o acciones deshonrosas, hayan chocado contra un lodazal de papeles que nunca llegan a su destino y haya contribuido a crear el mayor censo de jueces y juezas que han pedido el traslado en la reciente historia judicial española.


Ni siquiera la intocabilidad es permanente. Bastará que un leve desconchado en los estucos del congreso de los diputados caiga en el ojo de un personaje con mas poder que Fabra, para que todo el tinglado de intocabilidad, de impunidad mafiosa, se venga abajo. Tal vez entonces, le sucederá a Fabra como a Capone, que no pudiendo probar otros delitos, el fiscal lo empapeló por delito fiscal. Eso sucederá, inexorablemente, alguna vez. Cuando suceda, no me permitiré hacer leña del árbol caído. En lugar de eso, redactaré un elogio melancólico evocando el gran torero que pudo ser Fabra, y eligió no ser.


Lohengrin. 8-05-08.

miércoles, 7 de mayo de 2008

JUECES Y POLÍTICOS

Montesquieu, quien, al parecer, desconfiaba de los hombres, defendió la separación de poderes como un medio de librar al ciudadano del absolutismo del anciano régimen. Desde entonces, unos hombres aprueban las leyes, el congreso, otros gobiernan, el ejecutivo, y los jueces se ocupan, aplicando su criterio independiente, de juzgar los conflictos que surgen por su inobservancia y derivados de otras conductas antisociales. Lo que tenemos ahora es, sin duda alguna, mejor que el absolutismo, pero al separar los poderes, surgen nuevas necesidades, como son las de coordinar las actuaciones del legislativo, el ejecutivo y el judicial.


En su editorial televisado de ayer, Gabilondo hizo una declaración escandalizada por el estado de la justicia en España, pero no responsabilizó de esa situación solo al aparato judicial sino a los políticos, sobre todo a los gobiernos que durante treinta años de democracia no han sabido o querido poner los medios para que la columna vertebral de la democracia no se resquebrajara hasta el punto en que ahora es evidente que lo ha hecho.


Y es que no se puede legislar proponiendo un ámbito cada vez mas amplio del derecho penal en cuestiones como el tráfico o el maltrato de género, sin reforzar al mismo tiempo de modo suficiente los recursos de la justicia para que den respuesta a las nuevas exigencias legales, como no se puede mandar a mas gente a la cárcel, si las instituciones de internamiento penitenciario no se amplían.


En este país tenemos la mala costumbre de suponer que los conflictos sociales se arreglan con nuevas leyes, sin dotar presupuestariamente los órganos encargados de vigilar su
incumplimiento. Y así seguimos desde hace treinta años, cada vez son mas las leyes represoras que exigen la aplicación del código penal, pero la organización del sistema judicial está tan en mantillas que ni siquiera dispone de un banco de datos unificado que registre la situación procesal de cada justiciado.


Así, hemos tenido que asistir a la caducidad vergonzante de un delito de guante blanco de los Albertos, por falta de diligencia del aparato judicial, por no mencionar el tan desgraciado crimen de la niña Mari Luz, y si, como parece, se acercan a las 270.000 las sentencias pendientes de cumplimiento, es difícil sustraerse a la sospecha de que esa situación pueda generar turbias maniobras para dilatar aún mas algunos procedimientos, por medio del soborno, o para lo contrario, para acelerarlos, cuando haya intereses dinerarios de por medio. Kafkiano.


Puesto que el Consejo del Poder Judicial, el órgano de gobierno de los jueces, se ha mostrado incapaz de organizar su propia casa, exigiendo los medios necesarios para ello, habrá que pensar ya en algún órgano de coordinación, donde estén representados quienes hacen las leyes, quienes deben poner los medios presupuestarios y quienes deben juzgar su incumplimiento, para que esta situación aberrante comience a cambiar, aunque un mal secular no es fácil que pueda erradicarse en una sola legislatura.


Como dijo la gitana, “En pleitos te veas y los ganes”. Para aquellos que tengan la desgracia de esperar el cumplimiento de un fallo judicial, sea para restituirles derechos, o para fijar la fecha en que deben cumplir sus obligaciones penales, esta situación de la justicia en España los situa en una posición de ciudadanos de segunda, como si la salida del absolutismo hubiera quedado atrancada en el maremágnum de papeles que desbordan las dependencias judiciales, y todas las bellas palabras de la cultura ilustrada sobre los derechos de las personas constituyeran un bonito volúmen lírico en un mundo ideal, que no tienen aplicación práctica en este país nuestro tan surrealista, que muchos habíamos llegado a creer que había dejado de serlo.


Los ejecutivos suelen distinguir entre lo urgente y lo importante, para escoger las prioridades de sus objetivos. Este es urgente e importante, y al gobierno de turno le va a tocar cargar con el muerto, no solo de lo que no hizo en la pasada legislatura, sino de lo que otros no hicieron antes. No quisiera estar en la piel del ministro de justicia.


Lohengrin. 7-05-08.


lunes, 5 de mayo de 2008

PASEO POR EL CAMPO

Floto en el aire traslúcido de mayo, mientras desciendo por la abrupta vereda, rota por el antiguo ir y venir de las ovejas y en los márgenes del camino revientan los colores de la primavera. Amarillos brillantes de los arbustos en flor, azules violáceos y rojos escarlata de las todavía escasas amapolas que salpican los ribazos.


Ma acompaña un amigo a quien llamaré lector veloz, porque lo ha leído todo, sin enterarse de nada. Mientras descendemos por la vereda en busca de la carretera por la que acceder al camino que sube al santuario –una ascensión de hora y media por un ancho camino de tierra trazado evitando las pendientes excesivas-- me habla del último libro que ha leído, trescientas páginas, y de lo poco que le ha durado. Hablamos del Ulises de Joyce, y de Musil y su Hombre sin atributos, tres mil páginas con las que aún no se ha atrevido.


Mientras lector veloz sigue con su compulsiva actividad discursiva, miro las amapolas junto al camino y recuerdo que, hace diez años, hice una infusión de amapolas que al beberla no me produjo efecto alguno, por ser de una variedad distinta de las que cultivan en Afganistan los señores de la guerra, tan ricas en principios activos opiáceos que sus productores suministran mas de la mitad de la demanda de los mercados del narcotráfico. Es probable que los soldados de Bush allí destacados estén pringados con ese tráfico y consumo, como lo estuvieron en Vietnam, pienso, mientras dejamos atrás los sembrados y salimos a la carretera.


La aldea silenciosa emerge suavemente iluminada por el sol tibio de las diez de la mañana. La dejamos a nuestra derecha y tomamos el corto tramo asfaltado para buscar el desvío que conduce al santuario. No circula ningún vehículo, salvo algún tractor que se dirige a las parcelas cercanas para labrar las viñas, donde afloran los primeros retoños.


Tomamos el camino del santuario y me sorprende que el número de viñas emparradas supera ya a las que aún se cultivan por el método tradicional. Las vides de estas últimas duran hasta setenta y cinco años, mientras que las emparradas no suelen superar los veinte, aunque dan una producción anual mayor durante su mas corta vida, con la ayuda del riego por goteo. Tambien aquí se impone el corto plazo, el enriquecimiento rápido, que es la consigna que domina ya cualquier actividad económica, pero aquí se ha puesto de moda el emparrado cuando en otros lugares lo están abandonando, porque es menos sostenible, y a la larga menos rentable.


El paisaje por el que se adentra el camino es de un puntillismo geométrico y por todas partes dominan las plantas alineadas junto a estacas metálicas, sobre la tierra arcillosa. Una combinación cromática, la del verde de las hojas y la tierra rojiza, presente en toda la comarca, que es tierra de vinos y de buenos embutidos.


Hemos de superar, lector veloz y yo, un desnivel de unos doscientos metros y cuando se acaban los sembrados y las rectilíneas viñas, el paisaje cambia, y el camino se interna entre bosques de pinos y arbustos que, con intervalos variables, ofrecen su sombra al caminante, para que se detenga y se recupere de la fatiga de la ascensión.


Al llegar al último tramo del camino, el que tiene mas pendiente, acelero el ritmo de mis pasos. Siempre me ocurre. Ante la mayor dificultad en el ascenso, mis piernas se disparan, en un impulso involuntario con el que trato de abreviar lo abrupto del camino. Sin querer, dejo atrás a lector veloz quien, cuando luego me alcanza, se sorprende de mi actitud al acelerar el paso en los repechos.


Superados dos tercios del recorrido, a lo lejos se adivina una casa entre los árboles que se utiliza como retén de los bomberos forestales, mientras que por la derecha hemos dejado atrás el monte en cuya cumbre se ven las antenas de un centro de comunicaciones.


Seguimos el sinuoso trazado del camino entre árboles viejos y a cinco minutos de alcanzar el santuario, que no podemos divisar a pesar de su cercanía, porque los bosques de pinos y el lugar en el que está situado lo ocultan a nuestra vista, un automóvil pasa junto a nosotros, levantando un reguero de polvo. A través de los cristales de las ventanillas del coche, que no están tintados, vislumbramos que está ocupado por dos mujeres, que se besan con una pasión urgente, mientras las vemos alejarse.


Cinco minutos después, en la zona de recreo del santuario, ocupamos una mesa de madera y tomamos unas cervezas frescas, que nos saben a gloria, en nuestros paladares resecos por la caminata, mientras las dos mujeres del coche que están al lado y tienen unas figuras esbeltas, rostros atractivos –las dos son morenas-- y una piel suave, descubierta a la altura del ombligo, se tocan impacientes por debajo de la mesa, cuando el campanario da las once y media.


Lohengrin. 4-05-08.

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