viernes, 29 de agosto de 2008

VIERNES

"En los albores del neolítico, hace mas de siete mil años, pudo ser un brujo quien perfeccionó el fraccionamiento temporal, entonces mas ligado a cosechas, monzones y ciclos lunares que al estricto control productivista que vino después.


Tal vez, harto de recibir en su cabaña, en cualquier momento de aquel tiempo extendido todavía no del todo fraccionado, a quienes entraban allí para importunarle con sus consultas sobre cuándo había que sembrar, cómo sería la próxima cosecha y cuando pariría la burra, sin dejarle respiro para ir con sus amigotes inadaptados renuentes a la modernidad neolítica, quienes todavía preferían la caza y la recolección, el brujo tuvo la intuición de que una mas precisa organización temporal de su negocio le dejaría ese espacio de libertad.


Pudo ser en alguna de aquellas excursiones esporádicas a la montaña, mientras el brujo partía en trozos el lomo de un venado para su reparto entre el clan cazador recolector, cuando lo vio claro. Todavía no existían los números, tal como los conocemos ahora, y quizás la noción de cantidad se limitara a mucho o poco, pero ya podían manejarse con los dedos, y solo un milenio después, las culturas mas evolucionadas, por las necesidades de distribución del grano almacenado, inventaron las primeras medidas, dando así el primer paso para convertirse en los matemáticos de la época.


Escribo mas arriba, más de siete mil años, porque he visto arte persa muy evolucionado de hace seis milenios, por lo que no hay que tomar al pie de la letra la datación neolítica de las viejas enciclopedias, que cambia cada día con los nuevos hallazgos arqueológicos y las técnicas de verificación de su antigüedad.


Nuestro amigo el brujo, con las tajadas de lomo de venado en las manos, cuyo número coincidía con cinco dedos de su mano derecha y dos de su mano izquierda, tuvo la lucidez necesaria para darse cuenta de que, si abría la consulta de su cabaña solo en fracciones de tiempo determinadas, digamos, lo que hoy conocemos como de lunes a jueves, cuatro de los dedos de su mano derecha, podría dedicar tres fracciones mas al placer de la cacería con sus amigotes de la montaña y luego regresar, de nuevo, a sus obligaciones con la comunidad neolítica.


Sin ser muy consciente de ello, nuestro brujo acababa de añadir el perfeccionamiento del fraccionamiento temporal, a la rueda y el urbanismo, con lo que sentaba las bases de la civilización moderna, sin saberlo.


Al brujo, en realidad, no le gustaba la modernidad neolítica, solo deseaba disponer de tiempo, sin ser molestado, para cazar con sus amigotes, porque su condición de brujo, no elegida, le había sido impuesta por la comunidad con ancestrales ritos de continuidad hereditaria, pero su impulso natural le empujaba a la emoción y la incertidumbre de la montaña, lejos de la nueva rutina cotidiana de los asentamientos neolíticos, de la agricultura y la ganadería, que le parecía demasiado sedentaria.


Así pudieron ocurrir, o no, los cambios en la evolución humana, de un modo casual, por ocurrencias o intuiciones, como respuesta a nuevas necesidades. El alcance en el tiempo de esos pequeños e innumerables cambios, es imposible de prever en el momento en que suceden, pero parece que su acumulación es lo que nos permite a nosotros percibir ahora: Es viernes, me voy de finde.”


Ayer jueves, se me puso cara de viernes, una cara dolorosa, según dice el Espasa, giro idomático que atribuye al viernes de dolor en las culturas cristianas, pero hoy, viernes, esa facius dolorosa ha desaparecido con la expectativa de un nuevo día, gracias al renacimiento cotidiano del ánimo que permite el invento del brujo neolitico. Aunque ya he dejado las obligaciones laborales, me gusta celebrar el viernes con la misma intensidad dionisíaca de quienes aún están unidos al carro de los estrictos horarios productivistas.


Al fraccionar el tiempo, el brujo nos proporcionó, además del yugo temporal de la vida actual, una esperanza nueva para cada día, que nos permite sobrevivir con ese engaño.


En fin, viernes. Es finde. Hoy, sin esperarlo, nos acompañará mi hijo medio emancipado, que ha vuelto de viaje, a comer. Por la noche saldremos con un par de amigos a patear Russafa la nuit, mañana, acompañaremos a otros amigos en su ocio de piscina suburbana, tomaremos pollo frío con champan y el domingo tenemos una timba de Continental ya concertada. Después de todo, el fraccionamiento temporal tiene su lado bueno, te permite organizarte.


Lohengrin. 29-08-08.

jueves, 28 de agosto de 2008

LA HORA INCÓGNITA

Cuando zapeo en los canales de televisión por cable y vislumbro fugazmente, en el canal especializado en cine español, mas bien antiguo, alguna secuencia de la película que están proyectando, casi nunca me quedo a verla, porque, en general, son películas que ya he visto, o que no me interesan. Anoche, sin embargo, me atrapó por su rareza un film ya empezado, “La hora incógnita”. Me quedé hasta el final, pero no pude saber quien la dirigía, aunque en el reparto de actores si reconocí algunas viejas glorias y algún actor muy notable.


Por eso, esta mañana he buscado en Google para saber algo mas de la ficha técnica de la película.
Como la vi sin información previa, mi apreciación del film creo que está rebajada de prejuicios, cosa que me parece que no sucede del todo con la opinión de Andrés Pons, cuya crítica demoledora me ha parecido influída por el currículo cinematográfico de Mariano Ozores, su director, que tiene en su historial un buen montón de películas prescindibles. No creo que sea el caso de la que es objeto de este comentario apresurado.


La trama de la peli creo que es absolutamente original en el cine español que podríamos calificar de histórico, por su vetustez, no por aquello de las carabelas y la conquista de América. Una historia situada en la nocturnidad de una ciudad de provincias evacuada por el riesgo inmediato de catástrofe nuclear, en la que han quedado abandonadas, unas voluntariamente, otras a su pesar, una decena de personas, a las que se suman un policía en busca de su perseguido, –una magnífica interpretación de Luís Prendes-- y un ladrón de arte dedicado al pillaje, junto a un borracho que se le asocia, --José Luís Ozores, en uno de sus mejores trabajos, lleno de eficaz sobriedad expresiva.


La película es de 1.963, en plena Guerra Fría. Ese contexto, que creíamos olvidado y que ahora se recrudece en los Balcanes y en el Cáucaso, ayuda a explicar nuestra percepción actual de la singularidad de la historia. La referencia en los diálogos al pánico de la población como instrumento de dominio y domesticación al servicio de poderes oscuros, parece que, desafortunadamente, puede ponerse otra vez de moda.


La opinión de Pons sobre la interpretación de Fernando Rey en el papel de sacerdote, roll que frecuentó en el cine de la época, me parece influida por el desarrollo del actor a las órdenes de Buñuel y en el cine internacional. A mi me parece un actor, efectivamente, con un gran desarrollo a lo largo de su carrera, pero en esa peli, la verdad, su trabajo me pareció inferior al de Prendes y José Luís Ozores, quizás porque Mariano Ozores, el director, evidentemente, no es Buñuel.


El conjunto de actores y actrices que da presencia cinematógrafica a la decena de personajes que se relacionan en una historia al estilo de vidas cruzadas, insertada en la última hora que anuncia la situación de catástrofe inminente, es bastante notable, aunque la mayoría de sus nombres yacen enterrados en las lápidas de la memoria cinematográfica. Manuel Monroy jovencísimo. Un galán de la época, Estrada, de origen argentino, creo, poco creíble en la figura de agresor rural por cuestión de lindes, por su inequívoco aspecto urbano. Antonio Ozores, cuyo histrionismo desmedido alejó a muchos espectadores del cine español, y alguno mas cuyo nombre no recuerdo.


No he encontrado en las fichas técnicas consultadas en Google, el reparto completo. Del quinteto de actrices que aparecen, solo puedo citar el nombre de Emma Penella, aunque a todas las recuerdo por sus apariciones en el cine o teatro televisado. En su conjunto, la actuación de los actores, bastante coral, me pareció más sólida de lo que se estilaba entonces. Personalmente --es una cuestión subjetiva-- la de José Luís Ozores, ese actor malogrado prematuramente por una cruel enfermedad, me pareció sobresaliente.


Una película algo inclasificable. Una rareza. Una puesta en escena enteramente nocturna, en un clima de catástrofe inminente, que además se consuma al final, huyendo del desenlace milagrero
tan propio de la época del nacional catolicismo. Me pareció, además, una buena muestra de interpretación coral, el clásico cruce de vidas, con una cierta profundidad añadida por la presencia simbólica de la muerte inevitable.


En fin. La hora incógnita. Una historia de la época de la Guerra Fría. Si hacemos caso a los analistas de la geopolítica actual, esta vieja historia, que parecia olvidada, caduca, podría volver a la actualidad, en tiempos no muy lejanos. Confiemos en que se equivoquen.


P.S. Gracias a una amable comunicante, rectifico un error en el sexto párrafo. No se trata de Manuel Monroy, sino de Carlos Ballesteros. No hago la corrección insertando el nombre correcto, para que quede constancia de mi agradecimiento.


Lohengrin. 28-08-08.

miércoles, 27 de agosto de 2008

EL MARAVILLAS

He bajado al Maravillas, después de ir al mercado, pero la puerta estaba medio echada porque están de reformas, antes de su apertura el próximo uno de septiembre. El Bar Maravillas es un pequeño mundo, (hoy, me jode escribir microcosmos) doméstico, casi privado, aunque frecuentado cuando está abierto por una fauna muy variada, comenzando por el raro animal que soy yo.


Predicadores evangelistas, mercheros, madres y abuelas fumadoras acompañadas de sus bebés, un tramoyista jubilado a quien me alegró ver recuperado de sus dolencias antes de que echaran el cierre por vacaciones, algún pintor cubano que está de paso, jóvenes incapacitados para el trabajo que viven de su pensión, otros perfectamente capacitados para el trabajo, pero de quienes nunca he sabido que estuvieran en activo.


A ese personal se añaden desempleados coyunturales, conductores de camión que hacen rutas internacionales, habituales del “yate”, (ya te pagaré) que pueblan la nómina de deudores que se custodia en una misteriosa libreta con tapas negras de hule, vendedores de servicios telefónicos, albañiles y chapuceadores, empleados/as de la limpieza pública, paisanos y vecinos varios. Todos ellos, y algunos mas, constituyen la variada población que suele habitar este lugar, hoy, prácticamente deshabitado.


El jefe de todo eso es Tony, un profesional de la hostelería al servicio de la propiedad familiar, quien, en cuanto te ve entrar por la puerta, ya sabe lo que tiene que ponerte. Los días de cobro de nóminas o pensiones, se situa tras la barra como si fuera un bancario en su ventanilla y procede a realizar los ingresos de los deudores, calificar a los morosos, declarar las insolvencias definitivas y, en general, a sanear la economía del bar, sin cuya higiénica práctica el no podría cobrar su salario mensual.


Es un artista quemando ron y haciendo combinados, si se los pides. Un ave rara en estos parajes periféricos, donde en otros establecimientos similares no se andan con tantas lindezas. Si se tercia, deja entrar en su cocina a algún pescador que vuelve con algo en el cesto, para que lo cocine el mismo, a condición de que sea fuera de las horas en las que ese lugar está gobernado por la cocinera que se dedica, recién abierto el bar, a preparar el condumio para el almuerzo de los barrenderos y otros madrugadores, y que luego se marcha.


El Maravillas es, además, un buen observatorio para los curiosos. Allí puedes ver, traslúcidas debajo de la piel, diferentes clases de almas. Almas enérgicas, vitales, jóvenes y emprendedoras, dispuestas a merendarse el día sin tiempo para la duda. Otras cansadas, casi muertas, tan abatidas que, cuando el alojamiento en el que habitan sale por la puerta del bar, se quedan acodadas en la barra con una rara expresión de profunda melancolía, solo visible para los románticos y los fabuladores.


El Maravillas es, no quería decirlo, un microcosmos. No doy sus coordenadas. El aforo es limitado, ya saben.


Antes, como decía, he ido al mercado, porque hoy es miércoles, el día del ritual del arroz al horno, que es el hilo que todavía sostiene nuestras relaciones paterno filiales con nuestros hijos emancipados y medio emancipados, que ya se han ido, pero regresan cada miércoles como pájaros migratorios a picotear en el plato.


Horno. En Agosto, parece una palabra terrible, pero al tratarse de un arroz seco, gratinado, si lo dejas reposar lo bastante, no es tan terrible, al contrario, los comensales suelen dejar la cazuela vacía.


El alma del mercado de Russafa, hoy, parecía una tundra deshabitada. Solo un par de puestos de pescado abiertos, Roger, nuestro charcutero habitual, cerrado, pero hemos comprado en Guillot

medio kilo de costillas de cerdo, troceadas, un cuarto de panceta y otro cuarto de morcillas de cebolla.


Cuando esta entrada del blog esté publicada, sofreiremos en una sartén, con tres cucharadas de aceite de oliva, una cabeza de ajos, la carne, la panceta, las morcillas, media cuarta de garbanzos remojados y una patata cortada en lonchas gruesas.


Cuando esté todo sofrito, lo sacaremos de la sartén, y sofreiremos, en el mismo aceite, añadiendo pimenton dulce, una taza de arroz por comensal. Una vez sofrito el arroz, lo sacaremos de la sartén, en la que pondremos siete tazas de agua a calentar, un poco de tomate frito, azafrán y sal. Cuando esté caliente, lo echaremos en una cazuela de barro, especial, de borde bajo, a la que se habrán incorporado previamente todos los ingredientes del sofrito. Lo removeremos un poco, con cuidado, para repartir todos los ingredientes en la cazuela. Después de calentar el horno durante un cuarto de hora, meteremos la cazuela al horno a doscientos grados, durante una hora. Los últimos cinco minutos dejaremos que se gratine.


Hay quien opina que el arroz al horno solo debe recibir veinte minutos de cocción, a partir del momento en que el agua entra en ebullición. Lo cierto es que, a nosotros, lo de la hora nos funciona. El arroz sale entero y suelto. Será que el horno es muy lento y tarda en hervir el agua?


La verdad, es un coñazo. Si hoy estuviéramos solos, con un par de tacos de lomo de bacalao a la plancha y unas judías finas salteadas con ajo y jamón, nos apañamos. Pero, el arroz al horno de los miércoles es para nosotros un ritual, el hilo que nos permite sostener, a pesar de su fragilidad, las relaciones paterno filiales con nuestros hijos emancipados, o medio emancipados.


En fin. El Maravillas. Arroz al horno. Tacos de lomo de bacalao, fresco o desalado, a la plancha, con judías salteadas con ajo y jamón. Tengo un problema. ¿Donde pongo este batiburrillo? Lo pondré en la sección de cocina? O en la de Crónicas de viajes y lugares? Echaré una moneda al aire. Va por ustedes. Ha salido Crónicas de viajes y lugares.


Lohengrin. 27-08-08.





martes, 26 de agosto de 2008

FASSBINDER

Anoche fuimos a la filmoteca de verano de Heliópolis, ubicada junto al Palau de la Música, a ver una peli de Rainer Werner Fassbinder con la mayor inocencia y candidez, -–lo juro-- sin saber de que se trataba, porque en lugar de consultar el programa mas extenso que tenemos sobre la mesa de luz –como dicen los latinos-- que incluye una sinopsis de las pelis que se proyectan esta temporada, como teníamos hambre de cine, nos limitamos a mirar una tarjeta en octavo que teníamos mas a mano, que solo incluye las fechas de proyección, noches del 25 y 26, el título, “Querelle”, el nombre del director y la fecha en la que se estrenó, 1.982.


Joder, joder, con el Fassbinder. Trata con tanta complejidad la historia homófila, al parecer basada en una novela de Genet, tal como confirmo a toro pasado en el programa largo de mano, después de haber visto en la pantalla la referencia de un texto firmado por el propio Genet, que la mitad menos uno de los espectadores salió de la proyección con una enorme empanada mental, murmurando en voz baja pero audible que no habían entendido un pijo, --nunca mejor dicho.


Quienes peregrinaron en los primeros setenta a Perpignan para ver Last Tango in Paris, de Bertolucci, –mi mujer y yo la vimos en París, mientras visitábamos a un amigo, y la bronca de los espectadores porque mi amigo le iba traduciendo de viva voz a mi mujer los diálogos en francés, fue antológica-- contaban lo escandalosa que era la película. Una broma. Al lado de Querelle, el Tango es una producción blanca, así como de Disney, la historia de un cervatillo perdido en el bosque, creo que se llamaba Bamby.


Ya al entrar en la terraza de verano, donde el proyeccionista del cine D´Or hace una labor técnica impecable, notamos que la afluencia de homófilos era inusualmente alta. En cuanto empezó la proyección caímos en la cuenta de que los únicos desinformados éramos nosotros. Mi mujer, que es una persona enormemente sensata, me dijo al terminar la proyección que, en su opinión, la afinidad

entre personas del mismo sexo es lo mas natural, y que no hay nada mas anómalo que la búsqueda infructuosa y frustrante de esa misma afinidad en parejas de sexo opuesto.


Al ver a nuestro alrededor una presencia homófila verdaderamente notable, llegué a pensar si los heteros no seremos una anomalía cromosómica, inducida por la necesidad social de reproducción de la especie, y los homófilos representan la normalidad, algo matizada por su impulso de huída del conflicto irresoluble que supone intentar encontrar la afinidad entre personas de diferente sexo.


Unos pocos espectadores, incapaces de resistir la dureza de la película, huyeron despavoridos antes de concluir la proyección. Nosotros aguantamos estoícamente hasta el final, aunque hubo un momento, una secuencia de asesinato algo sangrienta –aunque nada gore-- que me removió en mi asiento, porque no soporto la sangre, menos aún la ajena que la propia.


La historia transcurre en el puerto de Brest, un decorado de una calle, con el muelle al fondo, frecuentado por un par de polis en moto y algunos guardias de aduanas tocados con salacof, con un aire colonial, y tiene una intensidad que se acentúa cuando G. Querelle, un marino mercante, baja a tierra desde un barco Felliniano, construído con cuatro decorados, y entra en el burdel La Feria.


En ese peculiar burdel, el marido de la dueña juega a los dados con los parroquianos. Si ganan, les ofrece a su mujer, –-Jeane Moreau, ya madura-- pero si pierden, se los pasa por la piedra. A partir de ahí, la peli entra en una rara espiral de sordidez y arte visual, en la que la tragedia atormentada, salpicada con frecuentes alusiones explícitas al placer físico de la sodomía, se expresa en el lenguaje salvaje y directo de Genet, que subrayan las tremendas imagenes de Fassbinder. Un artista, y de los grandes, pero también un hombre, trágico y atormentado.


En mi opinión, ninguna manifestación artística merece el sufrimiento y el tormento personal, que revela la personalidad de Fassbinder en esta película, pese a las alusiones hedonistas. Lo que habrá tenido que sufrir este hombre, como sin duda lo hicieron Bacon o Lowry, para alcanzar el altísimo nivel de expresión estética de su sufrimiento personal que se manifiesta en las imágenes que vimos anoche.


Entre el arte y el hombre, cuando aquel es el resultado de la autodestrucción de este, me inclino por el hombre menos angustiado, aunque la belleza plástica, coreográfica, de algunas escenas de la película es auténticamente antológica, como la pelea con navajas de Querelle con su hermano, una espectacular exhibición de danza clásica contemporánea llevada al cine, y los movimientos de la tripulación en las faenas del barco, de una plasticidad que supera lo operístico o musical, para alcanzar, con la simple expresión corporal, unos niveles estéticos subrayados por el uso de una luz cinematográfica y una puesta en escena, realmente excepcionales.


En medio de tanta desolación cinematográfica, me pareció un rasgo de humor un diálogo de la Moreau con el marinero, en el que le dice –ella a el-- que tiene una polla con personalidad. Joder, joder, con el Fassbinder, una polla con personalidad. En toda mi larga vida, algo promiscua en mis años jóvenes, no lo voy a negar, nunca me dijeron: tienes una polla con personalidad. Estoy pensando en explotar ese hallazgo lingüístico. Imagino la escena. Le digo a una chorba: --Nena, ven que voy a llevarte al huerto. Ella contesta: --Calla, carcamal, ¿que tienes tu que pueda interesarme? --Una polla con personalidad, respondería yo, con un aire absolutamente flemático


Esta historia de marineros me ha hecho caer del guindo. Yo siempre había creído, en mi ingenuidad adolescente, que los marineros tienen una novia en cada puerto. Aquello de la Piquer:
El llegó en un barco/ de nombre extranjero/ le encontré en el puerto/ una madrugá....” pero ahora, después de ver la peli de Fassbinder, --joder, joder, con Rainer-- me parece mas realista que en una tripulación exclusivamente masculina, seis meses embarcada sin tocar puerto, algunos marineros no tengan remilgos y pasen de verificar si un culo es masculino o femenino, como seguramente sucede en las cárceles, tal vez en los vestuarios de los estadios deportivos, y antaño, quizás sucedió en los cuarteles, y, porqué no decirlo, en las sacristías.


En fin. Fassbinder. Joder, joder, con Fassbinder.


Lohengrin. 26-08-08.



lunes, 25 de agosto de 2008

EL ECLIPSE

“En el amplio patio ajardinado de la casa de Juan asoma el rostro iluminado de la luna, con las cicatrices de sus cráteres visibles desde la cota que ocupa la casa, a novecientos metros de altitud, aunque el mar de la tranquilidad, la verdad, no lo veo.


Un aroma a jazmines y helechos flota en la noche sin viento de agosto, mientras terminamos de instalar la jaima y justo cuando la mesa queda puesta, me asomo a la negrura y con entusiasmo infantil grito a los demás: --El eclipse. Venid todos a ver el eclipse.


Esta noche sacrificamos un cordero, somos catorce a la mesa y el azar ha determinado que este acto lúdico coincida con la aparición de la sombra de la Tierra proyectada sobre la cara visible de la luna y, justo cuando encendemos la hoguera para consumar el acto sacrificial, comienza a asomar, lentamente, la zona oscura del eclipse.


En la larga mesa, puesta al abrigo de la jaima, se distribuye la vajilla de papel parafinado, las someras entradas, anchoas de Santoña sobre rodajas de tomate, ensaladas, un jamón de Rubielos con denominación de origen cuyo tocino, completamente limpio de rastros desagradables, ofrece un aroma sutil a encina y deja en el paladar una huella delicada, que se concilia muy bien con el perfume frutal, muy intenso y aromático, del blanco malvasía.


En la hoguera, los efluvios del asado comienzan a ser perceptibles y todo transcurre, misteriosamente, con la misma cadencia temporal: el desplazamiento progresivo de la sombra sobre la superficie lunar y la empatía creciente del grupo de comensales, que se cohesiona alrededor del trago fresco de la malvasía y la conciencia de participar de un momento mágico, marcado por la confluencia astral y el suave estímulo del vino, que confluye con los aromas vegetales flotando sobre la noche calma, en la soledad compartida de la sierra.


Me asomo fuera de la jaima, cuando las bandejas de cordero asado comienzan a exhalar su aroma a leña, matizado con un toque cítrico, y la sombra terrestre ya eclipsa un tercio de la superficie lunar. Justo cuando Juan conecta el ordenador personal instalado en el exterior, que gobierna el equipo musical y los focos de luces intermitentes instalados en un mástil, cuyos colores alumbran las banderolas improvisadas por encima de los muros del patio, revestidos de plantas trepadoras, ese momento marca, exactamente, el primer tercio de nuestra celebración lunar.


Al comenzar a dar cuenta del cordero, los altavoces introducen en el silencio nocturno de la sierra el anacronismo de la música de los ochenta. Los sonidos familiares de las canciones de los grupos musicales que apenas reconozco animan la velada, cuando alguien entra en la jaima con una enorme bandeja rebosante de tajadas de melón y sandía. Después, las diminutas burbujas doradas del brut añaden el punto de excitación que amalgama el grupo festivo, que se deja llevar por la sugestión de la música. Cada cual ensaya unos pasos de baile, con mejor o peor fortuna.


Una delgada línea de nubes, con sus rasgos horizontales blanquecinos que parecen una firma de autor, subraya bajo la luna, sobre la negrura de la noche, la magia de este momento compartido, que se antoja único, ahora perdido en la evocación del espejo poco fiel de la memoria.


Al alcanzar su máximo la proyección de la sombra terrestre sobre el disco lunar, el eclipse comienza su fase declinante y quienes participamos de la celebración que, sin pretenderlo, ha coincidido con este infrecuente suceso astronómico, experimentamos un descenso paralelo en nuestro nivel de euforia festiva que se va acomodando, por el cansancio, a la normalidad nocturna que regresa cuando la luna, de nuevo entera en su luminosidad exenta de sombras, vuelve a su plenitud.”


Escribo esta crónica el día dieciseis de agosto, para ser publicada en el blog nueve días mas tarde, después de que el rugido de los motores de la Fórmula 1 se haya apagado en Heliópolis, cuando las primeras lluvias torrenciales anuncian ya el declinar del verano.


En fin. El Eclipse. Hola, de nuevo.


Lohengrin, 25-08-08.



miércoles, 13 de agosto de 2008

INFIERNO

El infierno existe, y no consiste solo, como podría parecer, en vestir vulgares ropas confeccionadas compradas en uno de esos centros comerciales en cuyo ágora se acumulan los lamentos de los pecadores que por allí circulan, creando un ruído de fondo que parece provenir del subsuelo infernal, en lugar de practicar la elegancia celestial de Benedicto XVI, vestido y calzado por los mejores sastres y zapateros que habitan el Vaticano generación tras generación, al servicio de la imagen papal, que de vez en cuando aparece en la televisión con el aura divina a la que contribuyen su ropa y calzado hechos a medida. El infierno existe, y está en Heliópolis.


Al menos eso se desprende de los grandes titulares del Levante de hoy, que informan de los caudales de aguas sulfurosas que se encuentran en el subsuelo de Heliópolis, lo que igual podría indicar la estructura infernal de nuestro corte estratigráfico, o que vivimos encima de un gran balneario. Cuando esas aguas sulfurosas salen a la superficie, como ocurre en el antiguo balneario de la alameda, hoy convertido en hotel de lujo, el sospechoso olor a azufre parece indicar que Dante se inspiró en nuestro paisaje subterráneo para escribir la Divina Comedia.


Al parecer, ahora, el efecto práctico de esa composición infernal de nuestro subsuelo, al margen de la influencia que pudo tener en el pasado sobre el carácter de los papas de aquí que gobernaron Roma, consiste en que las obras del Metro, del AVE, y de la Fórmula 1, han de ser reforzadas con hormigón sulforresistente, un material inventado, no solo para resistir la corrosión sulfurosa de la materia, sino para retrasar la perversión de las almas.


Estuve una vez en Roca di Papa, y aunque el papa no estaba allí, su presencia temporal en aquella residencia de verano había dejado una huella visible entre los vecinos. Un coche con signos en sus lunas de haber sido objetivo de las metralletas de la guardia de seguridad papal, y numerosas pancartas de los residentes quejándose de los excesos de los matones del papa, daban cuenta de su hartazgo de tan ilustre vecino.


En Heliópolis, un lugar cada vez mas infernal, si nos atenemos no solo al subsuelo, sino a los vientos de Poniente que soplaron ayer, la mayoría de los vecinos no piensa como los habitantes de Roca di Papa, a juzgar por el tumultuoso recibimiento que se hizo al pontífice en su última visita, y los flecos de esa visita no han sido coches tiroteados, sino nada menos que un monolito dedicado a su santidad por las autoridades de aquí, que todavía no han dado cuenta de la calderilla que se gastaron en ese fasto protocolario.


Pronto se añadirá a nuestro temperamento sulfuroso, a los vientos de poniente y a los vapores del azufre, el rugido de los motores de los bólidos de la fórmula 1, que será audible en el entorno urbano del barrio en el que vivo, bastante alejado del circuito. Pero yo no estaré aquí.


Gracias a mi conducta intachable en los últimos tiempos y a mi sincero arrepentimiento por mis textos, a veces, demasiado sulfúricos, me he ganado el privilegio de abandonar, temporalmente, este infierno, para pasar unos días en el purgatorio.


Allí me dirigiré. Mañana. Junto con otros indultados, pasaremos unos días en el interior rural, a novecientos metros de altitud, lejos de vapores sulfurosos, olores a azufre, a CO2 y otros tóxicos
químicos y sonoros, que contribuirán al tufo infernal de la ciudad. Mientras rugen los motores, nosotros nos papearemos medio cordero en la soledad de la sierra.


El aforo es limitado, ya saben, por lo que no daré datos precisos de esa localización.


Pongo esta entrada en la sección de Avisos y Espantadas, en atención a los usuarios del blog, para avisar de mi ausencia durante unos días. Hasta la vuelta.


Lohengrin. 13-08-08.

martes, 12 de agosto de 2008

METEOROLOGÍA

No es la Economía, estúpido. No es la política, ni la ideología. Es la Meteorología, el factor decisivo en la vida de las gentes. Lo he comprobado al bajar a tomar café al bar de los locos –el Maravillas está cerrado-- y a comprar un polo de hielo –de lima y limón-- para mi mujer.


En Heliópolis, llevamos varios días quejándonos del viento cálido africano –lo que yo llamo la venganza de Africa-- que ha sido el meteoro dominante en la primera decena de Agosto, pero hoy lo que domina, lo que hace imposible la vida, es el temido viento de Poniente, un meteoro abrasador que te fulmina al cruzar la corta distancia que separa una acera de otra.


Al lado de este tremendo fenómeno meteorológico, el viento africano que venía del sur es una suave brisa que no impide el normal desarrollo de la vida. Comparados con este suceso meteorólogico de hoy, los acontecimientos económicos, si los ministros se reúnen hoy o no para hacer ver que se ocupan de la crisis, el signo ideólogico de los gobiernos autonómicos, y otras cuestiones que, normalmente, ocupan sábanas enteras en los periódicos de mayor tirada, y los acontecimientos deportivos que divulga la televisión con una insistencia tenaz, quedan convertidos en cuestiones menores, porque hoy, en Heliópolis, sopla de Poniente.


Si será importante el origen de los vientos, que la historia del arte sería otra sin la Tramontana que introdujo en la cabeza de Salvador Dalí el elemento singular, diferencial, que marcó el período surrealista de la plástica daliniana. Del mismo modo, los grandes escritores sureños italianos, Lampedusa entre otros, es improbable que hubieran alcanzado la gloria literaria sin la influencia del Siroco, que los confinaba en las salas de sus palacios, porque la vida era imposible en el exterior.


Pero hay mas. Sin la existencia de los Alisios, de esas corrientes naturales de viento, esas circulaciones aéreas que recorren el planeta de un hemisferio a otro, la mitad de los imperios establecidos en la antigüedad no habrían sido posibles. Adiós a las flotas imperiales que recorrían, con el impulso del viento, y de la ambición de los emperadores, aguas desconocidas en busca de la gloria.


En un entorno de calma chicha, ninguna de esas flotas habría llegado a parte alguna, y el mundo no sería lo que es hoy. Supongo que los numerosos asesores de los gobiernos, especialmente los del gobierno de Heliópolis, tomaran nota de esta evidencia, y en las próximas elecciones, su plan de campaña incluirá, además de las consabidas promesas habituales de contenido económico, festivo y demás, un calendario exacto, elaborado por los mas cualificados meteorólogos mundiales, en el que se fijen, sin margen para el error, los días de la legislatura en los que el viento de Poniente soplará en Heliópolis.


Si así lo hicieran, tienen asegurado mi voto. Porque no hay nada que yo aprecie mas que saber, con antelación suficiente, cuando debo pirarme de aquí, marcharme a Bilbao, a San Sebastián, yo que se, a tierras mas frescas, con tal de poder escapar a tiempo de la tortura del viento de Poniente.


No es la Economía, estúpido. No es la Política ni la Ideología. Es la meteorología, el factor decisivo
en la vida de las gentes. Y si hacemos caso al consenso científico sobre los riesgos para los humanos del cambio climático, cada vez lo será mas.


Lohengrin. 12-08-08.

lunes, 11 de agosto de 2008

MERLINA

No acostumbro contestar los correos que recibo, pero hoy voy a dedicar esta entrada a contestar el de un/a amable comunicante, Merlina, y de paso aclararé un posible malentendido, solo imputable a mi torpeza, que se puede derivar de mi elección del nombre de Lohengrin, que es completamente ajena a la afición a los mitos y leyendas, que podría deducirse de su uso.


Ante todo, quiero agradecer a Merlina sus amables palabras, y hacerle llegar la contrariedad que siento por mi absoluta ignorancia sobre el mito de Lohengrin, el nombre de su espada, y los demás detalles que enriquecen el personaje, de quien solo se que fue protagonista de la ópera de Wagner del mismo nombre y que su origen se remonta a la mas antigua mitología alemana, por lo que no puedo ser de ninguna ayuda en su búsqueda.


Dicho esto, siento la necesidad de aclarar porqué, ignorándolo todo sobre el personaje, me he atrevido a usar ese nombre como emblema para identificar el Blog. Es, creo, una cuestión sentimental. Mi abuelo, además de libertario, compañero del Noi del Sucre, fue un admirador de Wagner. Tanto, que los nombres que puso a sus hijos, Sigfrido, Genoveva, Walkyria, entre otros, estuvieron inspirados en su afición wagneriana.


Uno de sus hijos, Sigfrido, también libertario, pasó once años en la cárcel por su militancia anarco-sindicalista, y yo le visitaba en la antigua prisión de San Miguel de los Reyes, cuando todavía vestía pantalón corto, y así fue como me enteré de que su nombre en clave entre sus compañeros de encierro, era, precisamente, Lohengrin.


Los niños, ya se sabe, somos muy impresionables y, para mi, Sigfrido, el libertario encarcelado, siempre tuvo algo de héroe, siempre le vi como un hombre excepcional, un humanista, que dejó en mi contradictorio carácter, que el definía como una extraña mezcla de idealismo puro y pragmatismo cínico, el poso humanista que a veces aflora, cuando consigue romper la corteza de cinismo.


Es por esa razón, familiar, sentimental, completamente ajena a los mitos y leyendas medievales, por la que los usuarios del blog, y los amables comunicantes como Merlina, Marco Aurelio y otros, a quienes agradezco muy sinceramente su interés por los contenidos del Blog, me conocen como Lohengrin.


Comprendo que ha sido una elección desafortunada, puesto que, después de visitar la información que la red ofrece alrededor de esa palabra, es evidente que quienes la teclean buscan otra cosa distinta de la que yo les puedo ofrecer, pero me temo que ya es tarde para cambiarla.


En fin, Merlina, si ves esta entrada a ti dedicada, te agradeceré que dejes un comentario en esta página. Para mi será un placer saber que has recibido por esta vía la respuesta que le debo a tu amabilidad


Antes de concluir, quiero que sepas que me he documentado en los treinta kilos de saber enciclopédico, algo anticuado, que conservo en las estanterías, sin encontrar el nombre de la espada de Lohengrin.


Me permito sugerirte que busques en la web de alguna universidad alemana. Si ellos no lo saben, posiblemente es que no existe. Si fuera así, nada te impide darle tu un nombre. Quizás, si lo popularizas en la red, los futuros internautas aficionados a los mitos y leyendas medievales, disfrutarán de esa sorpresa.


Lohengrin. 11-08-08.

sábado, 9 de agosto de 2008

SOCIEDAD PETROLERA

Es sorprendente la ausencia de la palabra petrolera cuando nombramos a la sociedad contemporánea, ese conglomerado de pueblos y naciones, de agrupaciones naturales o pactadas de personas que se juntan para cumplir los fines de la vida, siendo el petróleo un elemento omnipresente en la vida de las gentes. No solo es una fuente de energía, sino el origen de una cantidad y variedad enorme de subproductos que están presentes en los actos cotidianos de consumo de otros bienes y es, además, un recurso que está cada vez mas presente en las relaciones de poder político y económico.

Al documentarme para escribir esta entrada –-Diccionario E. Espasa-- me ha sorprendido conocer que los egipcios ya utilizaban el petróleo para sus embalsamamientos y para usos medicinales, que los babilonios lo empleaban para unir los mosaicos y piedras en las construcciones, y que Marco Polo dejó constancia de haber visto las caravanas de camellos que lo transportaban hasta Bagdad, para ser usado en el alumbrado.

Nuestra soberbia nos empuja a autodenominarnos Sociedad Tecnológica, pero, dejando aparte el fulgurante desarrollo de la electrónica y algunas otras ramas de la tecnología, lo cierto es que esta sociedad sigue dependiendo, fundamentalmente, de la rueda, que, al parecer, fue un invento sumerio, y de los combustibles fósiles, que, como su propio nombre indica, son un recurso bastante antiguo. De ahí que me parezca mas precisa, mas fiel a la realidad, la expresión Sociedad petrolera.

Dejando aparte cuestiones semánticas, que no son tan prescindibles como parece, lo cierto es que la prensa diaria trae las quejas de algunos mandatarios latinos por el poder creciente de Chávez, que atribuyen a su uso del petróleo como arma política en el continente. Lo mismo podemos decir de Putin, quien, con su capacidad de abrir o cerrar el grifo del gas natural, hace temblar a media Europa, con la consecuencia de que cada vez se le trata con mayor deferencia, con independencia de que sus virtudes democráticas, o la ausencia de ellas, le hagan merecerlo o no.

Oriente Medio es una zona de conflicto permanente, y la existencia allí de los mayores yacimientos petrolíferos, junto con los de Irán, parece ser el elemento principal de ese conflicto, unas veces latente, otras declarado, con consecuencias dramáticas para algunos de sus pueblos.

Si consultamos en las hemerotecas los diarios de diciembre de 1.974, cuando el petróleo se cotizaba a 10,45 dólares el barril y las reuniones de la OPEP eran seguidas con angustia desde una Europa que caía a velocidad de vértigo en una crisis económica y financiera imparable, hasta que los jeques árabes aumentaron la producción, al caer en la cuenta de que sus ahorrillos en los países occidentales corrían serio peligro, nos damos cuenta de que, en efecto, vivimos en una sociedad petrolera y que, el paso del tiempo –han transcurrido treinta y cuatro años-- no modifica esa condición.

De todos los usos del petróleo, el de arma política, el de fuente energética, el de su origen de los subproductos usados en el consumo cotidiano, quizás el mas inocuo sea el de alguno de sus componentes que se usa en cosmética. Los conflictos de la vida no suelen ser unívocos, y el hecho de que el petróleo se use para embellecer nuestro aspecto físico, para hacernos mas agradables a los demás, además de como un arma bastante destructiva, es una muestra del eclecticismo de casi todo lo humano, pero ya va siendo hora de que superemos la rueda sumeria y los combustibles fósiles, esos elementos que todavía definen la sociedad petrolera, para entrar, de verdad, como corresponde a la cronología de la ciencia, en la sociedad tecnológica.

Lohengrin. 9-08-08.

JUEGOS OLÍMPICOS

Todavía no he visto ninguna prueba deportiva olímpica, pero formo parte de esos cuatro mil millones de espectadores pasivos de la televisión –supongo que contados a ojo-- que contemplaron ayer el espectáculo operístico wagneriano organizado por el gobierno totalitario de Pekin con motivo de la apertura de los Juegos. Como los espectadores de televisión, en general, tendemos a la puerilización, como diría Fernán Gómez, o somos, en palabras de Eça de Queirós, mas impresionables que críticos, conviene analizar los contenidos de ese espectáculo y dar una opinión personal, subjetiva, no vaya a ser que nos quedemos con el color deslumbrante de la envoltura del caramelo que nos han ofrecido, y olvidemos la sustancia de lo que había dentro.


Primero, el marco de referencia. China es un país con un gobierno totalitario, que no permite la celebración de elecciones generales, libres y directas, sino que designa a sus líderes por un procedimiento típico de nomenclatura. No existe allí libertad de expresión, tal como la conocemos en los países con sistemas democráticos, y sigue en vigor, y se aplica, la pena de muerte. Al mismo tiempo, su autoridad política ha divulgado una encuesta reciente, según la cual siete de cada diez de sus mil trescientos millones de habitantes se sienten cómodos en ese sistema.


Por otro lado, el propio Comité Olímpico no discrimina entre países autoritarios y democráticos para acogerlos en el seno de su organización. No voy a ser yo mas papista que el papa. Pero nada de eso, ni la manga ancha del Comité, ni las estadísticas de opinión, altera el hecho objetivo de que China es un país con un sistema político totalitario.


Dicho esto, entremos en los aspectos operístico artísticos de la ceremonia de apertura de los juegos.

Soy un admirador incondicional de Zhang Yimou, el responsable artístico de la puesta en escena, desde que vi “La casa de las dagas voladoras”, y creo que aporta al cine universal la sensibilidad de un pueblo de cultura milenaria y un sentido de la imagen, del color, del movimiento, que ha puesto el cine oriental a un nivel artístico extraordinario.

Lo mejor del espectáculo hay que acreditarlo, pues, en la cuenta de Yimou, pues su puesta en escena ha estado a la altura de sus mejores películas. La música y la danza fueron la otra baza fuerte de la ceremonia. En cuanto a los fuegos de artificio, su espectacularidad ya fue comentada por todos los periodistas televisivos, pero como es algo a lo que en Heliópolis ya estamos acostumbrados, aunque en menor escala, me causó menor impresión que a los anonadados comentaristas.


Hay algo, sin embargo, que percibí apenas comenzados los actos, y de lo que no he oído el menor comentario. La extraordinaria semejanza del núcleo de la puesta en escena, con otros eventos organizados en otros tiempos y lugares por otros gobiernos que tenían una cosa en común con el que ha organizado los Juegos de 2008, su carácter totalitario.


El espectáculo de masas de figurantes moviéndose con una disciplina militar en el interior de un estadio, es algo característico de los regímenes dictatoriales. En España, todos los que tengan alguna edad que les permita el recuerdo histórico, habrán visto, en directo, o televisadas, las demostraciones sindicales –en tiempos del sindicato único-- que el franquismo organizaba el primero de mayo, como una réplica a esa misma celebración en los países llamados socialistas.


Lo mismo sucedió, con los gobiernos fascistas italianos y los movimientos nacional socialistas en la Alemania pre hitleriana. Recuérdense las olimpiadas de Berlín en 1.936.


Por si hubiera alguna duda del carácter para militar de esas exhibiciones, ayer vimos a unos cuantos soldados de uniforme, marcando el paso de la oca, mientras custodiaban la bandera de los juegos olímpicos.

Ha sido una lástima que, mientras los chinos lanzaban su polvora festiva y su máximo responsable político invocaba la paz mundial, Putin, otro totalitario, la emprendiera a cañonazos con la República de Georgia, al parecer como respuesta a una acción militar previa de los georgianos en Osetia, que ha sido recibida como una agresión a los intereses de la república rusa.


En fin, si bien la sustancia del caramelo tiene un regusto un tanto amargo, he de reconocer que su brillante envoltura tenía el atractivo suficiente para gustar a todo el mundo. Como dijo alguien, los juegos son de los atletas y a ellos les corresponde disfrutarlos. Les deseo las mejores marcas. Nosotros, podemos verlos por televisión, por Internet, o a través del teléfono móvil, por primera vez, o no verlos.


Lohengrin. 9-08-08.

viernes, 8 de agosto de 2008

PLAYA CORINTO

Corinto es una palabra evocadora de playas caribeñas, con cabañas diseminadas entre los cocoteros, aguas azul turquesa y pesca abundante, pero no estoy en el Caribe, estoy en una pequeña playa en la costa levantina, al norte de Heliópolis, cuyas coordenadas exactas no me dejan dar porque, ya saben, el aforo es limitado y no hay que tirar piedras al propio tejado.


Hoy es el día mas caluroso del verano, pero en este lugar, cuya característica mas destacada es que no tiene acceso directo, no se puede llegar con vehículo hasta la playa, la débil brisa que todavía sopla en la orilla es suficiente para mitigar la sensación de agobio propia de estas fechas. Su difícil acceso hace que, en los momentos de mayor afluencia, el número de bañistas no supere las tres docenas.


Es una playa de canto rodado y la finca particular que la oculta, cuyos propietarios han decidido no venderla todavía porque es el fondo de comercio para su jubilación, aporta a la línea de costa las figuras esbeltas de numerosas palmeras y una frondosidad abundante, muy difícil de encontrar en estos parajes.


El agua del mar tiene, efectivamente, un tono azul turquesa, aunque no está del todo claro si es su coloración natural o, en parte, es el resultado de los vertidos agrícolas de las tierras que todavía se cultivan por aquí cerca. A pesar de esa duda, he tomado el primer baño de mar de mi particular temporada, y les puedo asegurar, a todos aquellos que están ahora inmersos en la vida urbana, en oficinas o a bordo de furgonetas de reparto, entre otros, que la sensación que me ha producido esa experiencia no desmerece, para nada, de unas vacaciones caribeñas.


Aquí hubo pesca abundante. Antes de la burbuja inmobiliaria, era corriente sacar con caña, desde la orilla, dos o tres docenas de mabras. En las acequias cercanas, los niños pescaban cangrejos, anguilas y carpas, construían vivacs en las copas de los árboles, y las cosas eran, mas o menos, tan bucólicas como las estoy contando sin apenas exageraciones.


Las escasas mabras y doradas que aún quedan, se ven saltar desde la orilla, perseguidas por sus congéneres depredadores, pero pescadores, ya no hay.


Hace diez años que no volvía por aquí, y me ha sorprendido observar que el mar se ha retirado y la playa se ha extendido. He indagado, y no se ha hecho ninguna obra nueva de regeneración. Al parecer, ese fenómeno natural está ligado a la urbanización intensiva de los alrededores. Trabajé con un ingeniero de Dragados quien me explicó que en el Mediterráneo hay unas corrientes naturales, que trabajan en un movimiento norte-sur, y cuando algún promotor pone un espigón para proteger su promoción playera, el mar se apresura a socavar en un lado del espigón, para depositar sólidos en el otro. Si el ingeniero de caminos tiene razón, eso podría explicar el inusitado aumento de la superficie firme de esta playa.


Hemos dado un vistazo en coche por los alrededores, y, efectivamente, los aproximadamente seis kilómetros de costa virgen que había aquí, hasta el vecino pueblo mas al norte, son ahora un conglomerado de apartamentos que recuerdan un poco, solo un poco, a las jaulas de pollos, mas que nada por la densidad que se adivina en este territorio.


La costa mediterránea levantina parece, cada vez mas, una inmensa calle urbana construida junto al mar y pronto podremos pasear por esos lugares peatonales, desde un extremo a otro de la comunidad. Pero, eso, no es exactamente así, todavía.


Aun quedan lugares, pocos, como Playa Corinto, con aguas de color azul turquesa, una línea de costa con palmeras y frondosidades, una afluencia de tres docenas de bañistas, donde te puedes dar un baño de mar, mientras los menos afortunados sufren el rigor del tórrido verano urbano, y, después de secarte con la suave brisa de la orilla, acercarte al Sol y Mar, un restaurante a doscientos metros de la playa, y tomarte un arross a banda, acompañado de un poco de marisco que el cocinero ha reservado sin cocer, para servirlo a la plancha, con una botella de Blanco Pescador, frío.

(20 euros por cabeza).


Después vuelves a la playa, y te pegas una siesta que te cagas bajo la sombrilla, cerca de los escasos restos de brisa marina, mientras por la radio te cuentan lo duro que está siendo el día en las aglomeraciones urbanas.


Por cierto, hoy es 8-8-8, el día de la suerte en China. Les deseo lo mejor, a ellos y a ustedes.


Lohengrin.08-08-08.



miércoles, 6 de agosto de 2008

INCONVENIENCIA

Esta mañana, después de hablar por el chat con Marco Aurelio, a quien he llamado lector veloz en alguna de mis páginas, he intentado borrar la entrada duplicada de la página Mutación, que estaba por error como borrador, cuando, desde la pantalla, se me ha negado por dos veces la posibilidad de esa operación, con el argumento, que he entendido perfectamente a pesar de mi ignorancia del inglés, de mi específica apología de la inconveniencia. La he borrado al tercer intento, y aprovechando que es miércoles y hoy viene por casa mi asesor técnico en materia de contratación y mantenimiento de este negocio no lucrativo del Blog, le he pedido su opinión sobre el asunto.


Después de papearse unos calamares encebollados, unas rodajas de tomate con anchoas del Cantábrico, un toque de trigueros y champiñones a la plancha, media docena de croquetas de pechuga de ave de corral, una ensalada de lechuga autóctona con mezcla china y un plato bien colmado de arros al forn, todo acompañado con tinto de verano, en un entorno acondicionado a

veintirés grados, mi asesor ha concluído que no debo hacer el menor caso de ese mensaje, porque sin duda se trata de un error.


Sin embargo, susceptible como soy, después de escuchar su opinión, he seguido dándole vueltas al asunto, inquieto, sobre todo, por lo de la especificidad, porque podría indicar que el único impertinente que habita este lugar cibernético molestando con sus inconveniencias, sobre todo a los peces gordos, soy yo.


He vuelto a consultar el código ético del Blog, por si acaso, pero no he encontrado nada que aluda a la especificidad ni a la inconveniencia, si a la apología de la violencia y esas cosas, pero yo, la verdad, siempre me he considerado mas un iconoclasta que un apologista, por lo que no acabo de salir de la sensación de confusión que me ha producido leer esa calificación, específica apología de la inconveniencia.


¿Se deberá a mi uso de las palabras malsonantes, políticamente incorrectas, que acostumbro a usar cuando me refiero a determinadas gentes con poder político? Nuestra literatura del siglo de oro y específicamente algunos autores como Quevedo aquí, y Voltaire en el vecino país, así como Cela en la literatura contemporánea, han hecho un uso generoso del taco, de las palabras impropias o inconvenientes, sin cortarse un pelo.


Por otra parte, ¿es que las gentes de a pié, que sufrimos las inconveniencias cotidianas del ejercicio abusivo del poder no debemos contestarlas, cuando es el caso, aunque esas respuestas estén tintadas, a veces, con la vehemencia de nuestro temperamento?


El decálogo ético del Blog, en su aplicación, entiendo yo que tiene una jerarquía, y siempre que no se trate de violencia, de asuntos escabrosos relacionados con la protección del menor, y cosas así,

quienes estamos aquí confiamos en que en esa jerarquía prima la libertad de expresión, como máximo valor, por encima de cualquier otro.


Una percepción que empieza a debilitarse, a la vista de lo que está pasando con los internautas en China, con la complicidad de los grandes gigantes de la comunicación cibernauta. Aquí, en los países con sistemas democráticos, los comunicadores en cualquier forma de soporte, trabajamos con la evidencia cotidiana de la ausencia de censura previa, y creo que todos deseamos seguir haciéndolo así.


Si no resultara ser así, si alguien está utilizando la especificidad como una especie de censura encubierta, nos marcharemos a otro sitio, nos compraremos un dominio, o emigraremos al polo sur.


Espero que no sea necesario, que, como ha dicho mi asesor en materia de contratación y mantenimiento de este negocio no lucrativo, todo haya sido un error.


Lohengrin. 6-08-08.





martes, 5 de agosto de 2008

EXCELENCIA

Eufórico, porque mi mujer me dejó anoche volver a su cama, envuelvo dos bocatas de atún mientras tarareo la canción del verano, por cierto, ¿cual es ahora la canción del verano?, y un aroma salino a mar en calma y a tetas embadurnadas de bronceador se filtra por la ventana de la cocina, porque hoy, vamos a la playa.


Disfrazado con la gorrita de la escudería Williams, la barba postiza y las gafas de sol Ray- Ban, me dirijo, con la coleta al viento y del brazo de la parienta, a la parada del autobús porque, aunque no lo parezca, por mi tendencia a criticar a los peces gordos con un exceso de crueldad y una querencia al cinismo en mi modo de entender la comunicación, en otros aspectos, soy tan buen ciudadano como el que más. Por ejemplo, en lo que se refiere a dejar el coche bajo la sombra de una acacia y usar el transporte público para desplazarme, contribuyendo así a una menor polución ambiental.


Llegados a la parada, leemos la frecuencia de paso del autobús número 20, que pasa por la ronda y nos ha de conducir a la Malva – rosa. Transcurridos veinte minutos, pasa el autobús con el cartel de completo y nos deja tirados. En los siguientes veinte minutos de espera, mi euforia disminuye paulatinamente y es sustituida por un cierto cabreo, que me lleva a escribir mentalmente el siguiente texto, para entretener la espera.


“Rita, nuestra mas excelsa vacaburra, se ha permitido estos días hacer un discurso en la Universidad de Georgetown (creo), convenientemente amplificado con luces y micrófonos, sobre la excelencia de su gestión municipal como alcaldesa de Heliópolis, y, por extensión, de la gestión municipal en general, supongo que apoyado en toda clase de testimonios audiovisuales, y el triunfalismo de su ejecutoria pública.


Este acontecimiento hay que situarlo en el contexto de la nueva concepción de las ciudades, que ella sin duda comparte, por la que los espacios urbanos han dejado de ser entornos de convivencia ciudadana, para pasar a la categoría de instrumentos del marketing municipal, que se materializan en la realización de toda clase de eventos puntuales orientados a la creación y sostenimiento de la imagen pública de la ciudad.


Esa concepción de la ciudad se basa en la falacia de que los efectos de dichos eventos producen un beneficio universal a todos los ciudadanos, pero esa afirmación, cuando no está soportada por análisis rigurosos de costes y beneficios sociales, puede convertirse en simple coartada para cualquier ocurrencia oportunista, y desvía recursos que son necesarios para el mantenimiento permanente de aquellos servicios y prestaciones indispensables para el bienestar del conjunto de los ciudadanos, que pagan con sus impuestos el sostenimiento de los servicios municipales, por ejemplo, el déficit del transporte público, que en Heliópolis es de competencia municipal.


De poco sirve tener unas playas dignas, unos paseos marítimos sensacionales, si la logística para que los ciudadanos disfruten de esas esplendidas realidades, carece de la excelencia de la que Rita, con su prepotencia natural, va presumiendo por ahí. Estoy seguro de que habrá dejado a su auditorio anonadado, no en vano nuestra muy ilustre alcaldesa tiene dos licenciaturas, una en Políticas y otra en Comunicación, pero, claro, esos señores no viven aquí, no dedican cuarenta minutos a esperar un autobús que no acaba de llegar, ni se ven obligados a desistir de su desplazamiento, o a recurrir al transporte privado que por cierto, mientras esperas en la parada de la ronda, emite tal cantidad de tóxicos que, cuando por fin llegas a la playa, el yodo y al aire salino no añaden nada a la salubridad de tus pulmones, se limitan a limpiar la mierda que has respirado durante la larga espera.


No podemos negar a nuestra ilustre alcaldesa los lógicos logros que se derivan de su larga ejecutoria, pero, desde aquí, quiero pedirle algo, --Rita, antes de ir por ahí a dar discursos sobre la excelencia de tu gestión municipal, coge el autobús alguna vez. Quedate en la parada de la ronda a esperar el número 20, y ya me dirás.”


Conociendo el carácter de Rita, su prepotencia, estoy seguro de que me diría, --Oiga, ¿como iba usted a la playa antes de que yo pusiera la línea 20? Debería estar agradecido. No se han hecho las rosas para la boca del cerdo.


Cuando ya tenía el texto completo en mi soporte neuronal, en eso que viene el 20, un autobús cojonudo, doble, nuevo, limpísimo, con al aire acondicionado en el punto justo, conducido por un joven, sin duda muy quemado con la empresa municipal, pero con una disciplina admirable para ocultar con una elegante discreción su quemazón, y mientras disfrutaba del agradable viaje en ese limpio, amplio y cómodo autobús, me he dicho, joder, voy a borrar ese texto de mis neuronas, pero, como me ha llevado mis buenos cuarenta minutos de espera elaborarlo, que cojones, he decidido traerlo hoy al Blog.


Hoy, nada de Economía. Playa, solo playa. Aunque, ahora que lo pienso, no he contado nada de la playa. Lo dejo para otro día. Por cierto, vaya calorcito que hace.


Lohengrin. 5-08-08.




lunes, 4 de agosto de 2008

VEINTIUNO

Lo que llamamos, por comodidad de los historiadores, siglo XX, comenzó en realidad hacia 1.945, después de cuatro décadas convulsas, con dos guerras mundiales. Hasta entonces, todas las fuerzas sociales, políticas y económicas que operaban en el mundo conocido, lo hacían con las inercias del siglo XIX y sus conflictos nacionalistas y de clase no resueltos. Fué en la segunda mitad cuando comenzó, en realidad, el siglo XX, y se desencadenaron las mutaciones generalizadas que nos han traído hasta aquí.


Hasta 2008, seguimos viviendo en el siglo XX, con sus inercias y relaciones económicas y de poder que determinan la vida social, marcadas aún por el pasado. Si mi percepción es acertada, estamos de nuevo ante una gran mutación y como el tiempo histórico se está acelerando con una velocidad desconocida hasta ahora, con el gran festival de incertidumbres y nuevos umbrales que comienzan a hacerse visibles con espectaculares fuegos de artificio, es muy posible que, ahora si, estemos a punto de entrar en el siglo XXI, y al parecer la cifra mágica que acompañará ese acontecimiento es 2010, ese año fetiche que todos los oráculos señalan como el del inicio de la recuperación económica.


Hay un libro olvidado de Alvin Tofler, publicado en los setenta, El Shock del Futuro, que dio cuenta de las mutaciones sociales de la época que Alvin supo anticipar con bastante acierto.En aquel catálogo de mutaciones sociales, Tofler advertía de la muerte de la permanencia y destacaba un concepto, transitoriedad, para ilustrar la aceleración de la vida social, económica y tecnológica. No solo la pareja, o el lugar de residencia, iban a durar menos que en el pasado. La aceleración técnica y la revolución tecnológica, conceptos que entre nosotros también divulgó José Luís Sampedro oportunamente, eran fenómenos nuevos que avisaban del tremendo impacto de aquellos cambios en la vida de las gentes.


Releer estos textos, ahora, en la actual era de las comunicaciones, después de que la revolución tecnológica se ha transformado en aplicaciones cotidianas a los objetos de consumo, pero, sobre todo, después de que la globalización ha transformado profundamente las relaciones de poder económico, y la propiedad de las empresas ha adquirido un carácter crecientemente mas volátil, puede ser un recordatorio de como el talento humano puede aplicarse a la anticipación y proveer de muletas conceptuales que, en algunos casos, pueden ser muy valiosas, para aquellos sujetos orgánicos de las economías que ahora parecen estar inmersas, de nuevo, en una explosión mutacional.


En fin. Veintiuno.


Lohengrin. 4-08-08.


ZELIG

He vuelto de la tranquilidad campestre con unos kilos más. ¿Recuerdan a Zelig, el personaje de Woody Allen que se transformaba físicamente por la influencia del entorno?. Pues, algo así me ha sucedido.


Ha sido dejar de leer periódicos, renunciar a las noticias de televisión, hacer el sacrificio extremo de no conectar la radio, y la ausencia del ronroneo cotidiano sobre el adelgazamiento y la tendencia a la disolución de los michelines de la economía, que me tenian en un estado en dirección a la licuefacción por el rigor del tórrido verano económico, ha cambiado de signo.


Para mi sorpresa, han bastado unos cuantos paseos entre las viñas solitarias y mi cuerpo ha comenzado a experimentar cambios espectaculares, recubriendo su angulosidad, que reflejaba las aristas del pesimismo económico dominante, hacia una cierta esfericidad influida sin duda por el aspecto cada vez mas sano y redondo de los frutos que crecen aquí, ajenos a los dictámenes de los expertos.


Mi piel, que comenzaba a ofrecer el tono cetrino y oscuro del horizonte temporal de las economías urbanas, ha adquirido la textura aterciopelada y el tono verde luminoso de los pámpanos de la vid y mi respiración, antes algo agitada y espasmódica en la inquietud imsomne, ha asimilado el suave y regular ritmo vegetativo que caracteriza a los millones de seres vivos que habitan este paisaje pre industrial, que me acoge en mi retiro rural.


Estoy convencido de que, haber dejado el tabaco por unos días –el estanco mas próximo está a quince kilómetros-- nada tiene que ver con esta transformación física operada en mi fragilidad. Ha sido el mimetismo Zeligniano, estoy seguro, la causa verdadera de que mi metabolismo haya virado de modo espectacular hacia una suerte de copia del entorno vegetal, aunque, por otra parte, dado lo óptimo de los resultados, me da lo mismo que haya sido una cosa u otra.


Lo interesante de esta transformación es que me siento mejor dispuesto a volver al mundo urbano y la textura vegetal que envuelve mi piel parece comportarse como una burbuja que me proteje, de nuevo, contra la erosión económica del medio exterior.


Por cierto, estuve en el neumólogo y su lectura de la letra pequeña de mis radiografías no desveló nada mas allá de los achaques crónicos propios de un fumador contumaz. --No fume. Me dijo. Yo, obediente, me fui a ese lugar alejado de la civilización y los estancos.


Lo que no sospeché fue que, además de prescindir del consumo de tabaco, por unos días, caería, para mi sorpresa, en el síndrome de Zelig.


No voy a revelar el nombre de ese lugar. El aforo es limitado, ya saben. Y, no hay que tirar piedras al propio tejado.


En fin. Zelig.


Lohengrin. 4-08-08.


MUTACIÓN

Vuelves del otro lado del espejo y todo ha cambiado a una velocidad mutacional que hace irreconocible el paisaje ecónomico. De pronto, las insolvencias inmobiliarias alcanzan un tamaño de cinco mil millones la onza. Iberia, la compañía de navegación aérea ha desaparecido. Ahora es otra cosa, no sabremos si mayor o menor que antes, hasta que no se decanten en el futuro los equilibrios de poder de la fusión con Brithis.


La Caixa se ha comprado por fin una Eléctrica, una de esas piezas del juego del Monopole, que parece el Tres en raya, porque siempre juegan los mismos, bancos, constructoras y compañías energéticas, y las cifras del desempleo, escuchadas por la radio en la duermevela, parecen crecer por cientos de miles, pero no puedo precisar mas porque estaba medio dormido cuando las escuché.


El pobre Solbes, que ya está viejo, como yo, y tuvo un ojo averiado, calificó lo que se veía venir como desaceleración, es decir, un término que evoca lentitud, y ya ven, la velocidad sideral de los acontecimientos se acelera de tal modo que parece que estamos asistiendo a una auténtica mutación del hábitat económico.


Cualquier intento de diagnóstico de la situación queda automáticamente limitado por su carácter dinámico. Ahora lo que cuenta es la anticipación. Solo quienes sean capaces de adelantarse a los acontecimientos pueden sobrevivir a un proceso mutacional semejante.


Es lo que ha hecho el sector de automoción. Se han fijado en que, en un entorno de precios disparados del petróleo, es mas fácil que nunca encontrar coches con precios que oscilan entre los siete mil y los diez mil euros.? Con esa política de coches mas baratos, si haces los números resulta que el pack coche barato + gasolina cara, te da un coste por kilómetro muy semejante al de coche mas caro+gasolina menos cara. Entonces, el precio, un concepto económico, ha cambiado solo de modo relativo para el usuario en este sector. El cambio es mas físico que económico, porque cada vez conducimos coches mas pequeños e incómodos, por el mismo precio del pack.


Eso, desde mi punto de vista, es un signo de mutación. Semejante a las mutaciones genéticas que los estudiosos aventuran que ocurrieron en algunas especies, que redujeron su tamaño para sobrevivir en un mundo que cambiaba a la velocidad que marcaban las convulsiones geológicas. ¿Como podemos definir un proceso semejante con una palabra que evoca lentitud? No se puede.

Desaceleración. Crisis. Estanflación. Recesión. Depresión. Todos estos términos son, en el fondo, diagnósticos de situación y, por su carácter estático, carecen de interés para el organismo económico que necesita adaptarse a un proceso mutacional esencialmente dinámico y, por lo que estamos viendo, muy rápido.


Por eso, el elemento esencial que demandan esos sujetos orgánicos de la economía es información que les permita anticiparse. Alguien tiene que marcar unas pocas pautas, claras y bien informadas, para que los sujetos económicos puedan dirigirse, con el menor daño posible, al escenario post mutacional. No es imposible. Seguramente hay talento en el mundo capacitado para ello. Talento colectivo. Es urgente ponerlo a funcionar para que las pautas que se fijen permitan conseguir el necesario equilibrio entre relaciones de poder económico y ética social, en el nuevo escenario.


Mientras los sabios hacen su trabajo, me voy a permitir algo de diversión con algunas anticipaciones. Volviendo al sector de la automoción, si consideramos que el automóvil privado es un cacharro cada vez mas pequeño y mas incómodo, y los que se prevé construir en el futuro seguramente lo serán aún más, se puede inducir, con algo de chulería, que la mochila individual autopropulsada, ese artefacto que los de mi edad veíamos en las viñetas del TBO, están mas cerca de lo que parece.


A la vista de la evolución de los aparatos telefónicos, desde aquellos enormes teléfonos fijos a las miniaturas móviles actuales, no es descabellado intuir que, en un tiempo no muy lejano, los urbanitas se desplazaran por las calles con sus mochilas propulsadas, quizás sobre un colchón de aire, y que, en las noches de botellón, un veinte por ciento de la población seguirá una trayectoria en zig zag, a un metro del suelo urbano, completamente borracha.


Si lo que está sucediendo ahora es, en efecto, una mutación, algo así podría ocurrir, o no.


Ustedes, ¿que opinan?, dejen su comentario, por favor, necesito saberlo.


Lohengrin. 4-08-08.

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